Para ser broma terminó siendo muy en serio, sus palabras sonaban en tono burlesco, no creyó que se atrevería, y tal ves el creyó lo mismo de ella, y es que no conocía nada sobre él, era un completo extraño que entró a su vida como sanguijuela, chupando lentamente su sangre, su sabor, pero no le importó, dejó que pasara. Iban caminando juntos por la playa, seguramente con unas copas de más, sintiendo la frescura de un mar apunto de despertar, suave y bella arena, que se paseaba entre sus dedos; sus besos, su ternura escondida, fue lo que poco a poco le envolvió y como el dulce sabor de una buena bebida se resbalaba por su boca, lento y suave como las olas esa madrugada; subían rápido y sin cuidado por las grandes rocas húmedas aún, -cuidado- decía él, -no quiero que caigas-; caer más ya no se podía; era como si la naturaleza estuviera de su lado, era feliz, se sentía viva, disfrutaba, no le importaba lo demás; encontró un buen lugar donde recostarse, era como si pudiera ver en el cielo el olor que por su nariz se colaba y sentir en sus manos el fuerte ruido de las olas chocando en las rocas, todos sus sentidos estaban puestos y dispuestos, él la besó, ella le correspondió, sin darse cuenta en un momento ya se estaban amando, loca, tierna y bellamente, se amaban sin pensar en lo demás, sólo el mar, ellos y las rocas debajo de su piel desnuda podían sentir, miradas, palabras, que más daba estaban juntos entregando todo lo que guardaban bajo su pensamiento, en el rincón más profundo de su ser, todo el movimiento del mundo se fundió en ellos, todo se detuvo, sólo eran ellos, sus cuerpos, su pasión y su amor, como una chispa de luz llegó el momento final, besos y abrazos quedaron colgados junto a las estrellas esa noche, entre risas y dolor por las heridas causadas se amaron y lo disfrutaron… |