Natalia.
Se supone que estos días debería terminar un reportaje para dejar al descubierto la corrupción de la que es cómplice uno de los candidatos al gobierno local, pero he preferido pasar mis noches insomnes en un bar, sin sintetizar la información que tengo en mi poder en un texto concluyente, tal vez esto sea la gota que derrame el vaso y ahora sí me corran del periódico, sin pagarme las quincenas que me deben, cosa que me importa poco, además de que el número de lectores del periódico es ínfimo, y es posible que esos pocos lectores no crean una sola palabra de lo que diga este reportero borracho en que me he convertido estas dos semanas, así que pueden votar por quien les venga en gana. En tanto yo hago lo mismo, aún le quedan tres días a esta semana, de la oficina al bar, prefiero este bar, que he frecuentado 12 días pero me parece que son años. Creo que hasta ya me conocen, como que ya me siento parte de toda la banda noctámbula,
Dos mujeres me observan desde la barra, una sentada, otra recargada ,no he cruzado palabra con ellas pero sé sus nombres de tanto oírlos estas noches en labios de los borrachines que frecuentan el lugar.
He notado y no sé por qué, que cuando no me baño, ni me rasuro, ni me peino dos días atraigo a mujeres hermosas mucho más que cuando me esmero en mi imagen, y una de las que me miran es muy atractiva.
No es la primera vez que me observan así, con curiosidad, pero ayer sí que decidí romper el hielo...
Me acerqué a ambas...
Brenda es una mujercita hermosa, debe tener a lo mucho 21 años, no sé qué hace alguien como ella en un antro de mala muerte como ese, su cuerpo se acercaba demasiado a las medidas perfectas que dictan los cánones de belleza femeninos, sus rizos castaños adornaban un rostro hermoso, bellísima, no pude evitar compararla con las mujeres más bellas que han visto mis ojos, cientos de hombres deben haberle dicho que tiene las piernas más hermosas, así que me quedé callado...
Junto a ella Natalia me miraba de reojo mientras fumaba un cigarro.
Seguramente hace 25 kilos era una mujer hermosa, pero ahora...ahora, si la vieran,
No queda en ella ninguna de sus curvas sinuosas. Ninguno de sus encantos femeninos.
Su cuerpo estaba impregnado del sudor suyo y de todos los borrachos con los que había estado bailando, sus cabellos grasosos no alcanzaban a ocultar del todo sus ojeras y sus mejillas regordetas, la minifalda dejaba entrever mucho de celulitis cuando cruzaba sus piernas rollizas, el maquillaje corrido de sus ojos le daba un aspecto grotesco, sus tetas eran dos montañas colosales que no provocaban ningún deseo si apenas llevabas 5 cervezas, el derredor de su talle debía medir 120 centímetros. Pude constatar que efectivamente, ésta mujer era mucho más fea que lo que parecía desde mi mesa, era feísima. Y no dejaba de mirarme.
Me acerqué a su boca que apestaba mucho a brandy barato y cigarro, me acerqué demasiado, demasiado a su boca, demasiado.
Y entonces nos dimos un beso...
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