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El señor Limpbellmans nació una angustiosa noche de primavera-verano. Al principio no podía entender qué hacía exactamente en este mundo y por qué, pero terminó por aceptarlo sin pedir cuentas a nadie.

Pasaban los minutos y el señor Limpbellmans seguía quieto en un rincón del vacío tremendo que comenzaba a agujerear su estómago vacío.
Sin apenas darse cuenta comenzó a pilotar una destartalada avioneta, y minutos después se había convertido en un perfecto aviador sin fronteras.
Primero voló por el monte de la Verdad.
Más tarde descendió algunos metros y apunto estuvo de sufrir una catástrofe, le fue de poco.
Tanta vuelta y pirueta al señor Limpbellmans le entró algo de mareo, y aterrizó suavemente su avioneta en el pantano de los temores secretos.
En su caminar topó con un ser de apenas un metro de estatura, barrigudo y con un solo ojo grande y amarillo.
- ¿Vienes a quedarte para siempre?

El señor Limpbellmans notó ciertamente que aquel lugar le desagradaba de alguna manera. Posiblemente ya hubiese estado allí en algún momento de su vida, pero se le hizo extraño ya que apenas llevaba treinta minutos existiendo.
El señor Limpbellmans se subió de nuevo a su avioneta y se vio dispuesto a continuar su larga travesía por el cielo de los pensamientos.

Voló através de las nubes, no veía nada.
Voló junto algunos cuervos, quienes le parecieron ampliamente interesantes.

Llegó porfín a un caliente desierto que ni mucho menos era asfixiante, y entre algunas palmeras olió sin problemas las aguas cristalinas de un profundo oasis.
Sin pena ni gloria se dirigió hacia él. Fue entonces cuando al señor Limpbellmans se le aparecieron dos señores de aspecto amigable. Mostraban amplias sonrisas y se ofrecieron de forma cordial para hablarle y acompañarle . Sintió miedos el señor Limpbellmans, que se estremeció, se llevo las manos a la cabeza y lanzó el mayor grito, el más desgarrador y corrosivo estruendo que rajó sus cuerdas vocales e hizo estallar sus venas.

El señor Limpbellmans quedó tendido en el vació prominente de sus dolorosos recuerdos inexistentes, se sintió cómodo y seguro por decirlo de alguna manera en aquella atmósfera de soledad y resarcimiento... Nadie sabe qué ocurrió después.

Texto agregado el 10-06-2005, y leído por 149 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
11-09-2005 La primavera-verano es una estacion complicada elhombreazulon
15-06-2005 Una buena historia surrealista. Un detalle:"Voló junto algunos cuervos, quienes le parecieron ampliamente interesantes." esta frase poco dice. Akeronte
11-06-2005 Como siempre mi querido Vlade, muy surrealista, pero con gran sentido. Un besazo. Lurylow
 
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