Ave Roma habitaba el último píso de aquel simulacro de edificio. La luz que inundaba su hogar se filtraba por la claraboya, más allá y sobre una desolada calle empedrada, un pequeño balcón donde un ficus y dos macetones con un par de malvones sobrevivían al descuido del que eran víctimas daban un toque natural al lugar. Adentro, sólo un dormitorio en donde cabían sus sueños y su cama, un estar vestido con una biblioteca con pocos libros, una pecera y una mesa con una silla, ya que según ella, nunca jamás nadie querría sentarse en su mesa. Sobre el piso de parquet una alfombra sostenía dos almohadones y una pequeña mesa ratona la cual servía de escritorio, razón por la cuál siempre había montones de papeles, y lapices e ideas rondando encima de de ella.-
No tenía TV, solo escuchaba radio por las noches, cuando algún conductor desconsolado recordaba a aquellas personas que andaban solas por el mundo.Ave no acusaba recibo de ello, pese a vivir en soledad desde hace mas de cinco años. No sólo eso, sino que gritaba a los cuatro vientos las ventajas de la soledad. Y por más que sorprenda a alguno, no es el hecho de poder andar como Dios la trajo al mundo por su casa lo que más la seduce, ni escuchar el silencio de su alcoba, ni cocinarse para si todos los días su plato predilecto. Según ella, la única manera de estar concentrado en uno mismo las venticuatro horas del día era estando en soledad, sin personas ni ideas que envicien su pensamiento, sin más compañía que sus peces, y su cuaderno, donde ella depositaba todas sus ideas. Amaba su soledad, y sostenía muy a menudo que aquella buhardilla era lo más cercano al cielo que se podía estar.-
Sin embargo esta niña -había llegado a los 18 años hace 3 junios- no renegaba de relacionarse con la gente, pero solo si era extremadamente necesario y siempre y cuando dicha relación no significara un compromiso a nivel sentimental, por ello nunca daba el telefono de su casa, y solo justificaba la presencia del aparato en su hogar por la necesidad de llamar a algún “delivery” que le alcanzara la cena. Vestía elegantemente sobria, y hacía lo posible por ocultar su belleza. Ella sabía que su cuerpo era de aquellos que los hombres desean tener en sus brazos, aunque no midiera mas de 1,70, sus cabellos castaños y sus ojos de miel eran capaces de encandilar a quién quisiera mirarlos, su sonrisa y la calidez de sus manos parecían de publicidad de cosméticos, sin embargo ella hacia caso omiso de sus atributos, y no intentaba provocar piropos ni nada por el estilo entre los hombres que día a día la miraban en la calle.-
Le gustaban los ruidos de la ciudad, al salir de su trabajo se detenía en cualquier esquina, y escuchaba conversaciones ajenas, ya sea, parejas arreglando salidas de fin de semana, amigos hablando del partido de ayer, algún ejecutivo con los ojos desencajados al que solo se le escucha hablar de porcentajes y probabilidades, conceptos que no estaban en el vocabulario de Ave.-
Ella siempre decidía que hacer, y obedecía su propio instinto, salvo en el trabajo, donde sometía su voluntad, 8 horas por día, 5 días a la semana, a la voluntad de una persona llamada “Silvina” , quién según Ave, se creía que podía manejar su destino, solo por tener un cartelito en la camisa prolijamente planchada que decía “Encargada”.-
Ave se reía de ello y pensaba que era una pobre mujer. Solo eso, no le interesaba meterse más alla de eso en los problemas de la gente.-
El videoclub en donde trabajaba era uno de los 150 locales de una poderosa cadena norteamericana que había llegado a instalarse al país hace casi una década. Ella consiguió el trabajo gracias a su permanente vocación de entrar a todos lados por la puerta que no dice “entrada”.-
Solo vio el letrero colgado en la puerta “..Se busca empleados. Dejar CV”. Ave, inquieta, ingresó al local, y dirigiéndose al mostrador dijo:
-Hola, no tengo CV pero soy la persona que buscan.
El joven pubertino que atendía la caja no supo si primero dejar de mirar sus pechos o llamar al señor que tenía el cartelito de “Supervisor”, y tras pensarlo un instante y por temor a perder aquel trabajo se inclinó por la segunda opción.-
-Buenos días!, -dijo el señor del cartelito acercándose.-
-Hola Pablo Supervisor General –dijo Ave leyendo de corrido su identificación y siguiendo con su idea repitió –soy la persona que están buscando.-
-Me gusta tu actitud, y porque estas tan segura? –inquirió Pablo
-Porque soy linda, tengo buenas tetas y sé mucho de cine –dijo sin cambiar el tono de voz Ave.-
Pablo seriamente impresionado y conteniendo un poco la risa dijo:
-Como te llamas? Y donde vivis?
-Me llamo Ave, y vivo cerca, estoy contratada?.-
-Pues creo que no tengo mucha opción.....
-Cuando empiezo? -y la respuesta no tardaría en llegar
-El Lunes, a las 9, pregunta por Silvina,ah!, y usa el pelo recogido -dijo como única advertencia-
Y así Ave consiguió su trabajo.-
Dentro de éste contexto estaba llegando Ave a su casa, aquel viernes como cualquier. Husmeó en su cartera en busca de las llaves de su departamento y al abrir la puerta se vió sorprendida, quedándose paralizada mientras la puerta terminaba de arquearse en busca de la topetina que detuviera su camino hacia la pared.-
En el piso, a escasos diez centímetros de su pie izquiero había un sobre, una postal y un remitente, lo cual la asustó aún más.-
Alguién le había escrito una carta.-
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