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Valle muerto
El bus se detuvo frente al bar con un chillido prolongado que se oyó en todo el pueblo. Una joven bajó precedida por varias maletas. Quedamos petrificados. La miramos como si nunca hubiéramos visto una mujer hermosa. Hacía tiempo que no veíamos una.
Tenía el pelo negro recogido en una cola de caballo, ojos grandes y labios rojos que invitaban al beso.
El verano seguía en el ambiente aunque el calendario indicaba que estábamos en pleno otoño. El polvo impregnaba el aire y vestía a la plaza de rojo oscuro.
Antes que el colectivo arrancara, nos acercamos para ayudarla. Era la nueva maestra y se llamaba Susana.
Llevamos sus valijas a la casa del maestro cerca de la escuela.
Cuando ella se despidió con una gran sonrisa, no pudimos movernos. Estábamos embelesados. Paralizados. Hasta que Moisés dijo con voz temblorosa:
-Vamos, muchachos.
Como si hubiéramos estado en trance hipnótico, nos dirigimos en silencio hasta el bar “El desierto" según el cartel que se columpiaba en la fachada. Nuestro lugar de encuentro donde pasábamos las horas muertas.
En “Valle muerto” no había televisión, así que no sabíamos las novedades del día.
Leíamos diarios atrasados y nos asombrábamos de las cosas terribles que pasaban allende nuestro mundo ventoso y lejano, pero tranquilo.
Susana se convirtió en el motivo de nuestras conversaciones y la musa de Pedro.
Nos arremolinábamos frente a la ventana que daba a la calle para verla pasar, todos los días a las doce en punto para ir al comedor de doña Lola. O a las cinco de la tarde, cuando iba a la panadería. Bastaba que sonriese para que la alegría y el buen humor fueran nuestros compañeros por el resto de la jornada.
Moisés era el más joven del grupo, con setenta años recién cumplidos. Era el más charlatán. Había trabajado de joven en un buque mercante lo que le permitió conocer muchas ciudades lejanas y vivir aventuras extravagantes que nos contaba cada vez que tomaba una botella de cerveza. Un accidente lo había dejado sin familia y sin una pierna. "El enano" tenía más o menos su edad y vivía solo en una vieja casa que colindaba con la escuela. Don José, el dueño del bar, era viudo. Yo también.
Nos preguntábamos por qué una mujer joven y hermosa como ella estaba sola en un lugar tan desolado. Rogamos que terminara el año lectivo y no se fuera, como muchas otras hacían. Para seguir viéndola cada día, como si fuera un regalo del cielo.
Todos nos sentíamos diferentes. Como si un hálito de juventud se hubiera inyectado en nuestras venas. Yo me levantaba con más bríos y hasta me había sacado la barba. Pensé que se burlarían de mí en el bar, pero grande fue mi sorpresa cuando Moisés apareció sin ella y con un corte de pelo que se había hecho en la barbería del pueblo vecino. Nos veíamos más alegres, joviales y con mejor aspecto. Pedro escribía mejores poemas, todos dedicados a una dama desconocida que le había inspirado una pasión delirante.
Un jueves cualquiera el ómnibus dejó en la acera a un hombre de unos cincuenta años, obeso y de finos bigotes. Portaba un maletín oscuro y una valija grande o tal vez nos dio esa impresión debido a su baja estatura. Un sombrero de paño le prestaba sombra a sus ojos.
El tipo se veía desorientado. Tomó la maleta y se dirigió hacia el bar. El viento sur comenzó a soplar y se llevó todo lo que no estuviera bien sujeto. Una hoja de diario en la vereda, una caja de cartón y un sombrero. El que cubría al desconocido. Y se lo llevó haciendo piruetas sobre la estatua de san Martín, que soportaba los excrementos de las aves en el centro de la plaza.
Una incipiente calva ensanchaba su frente y sus ojos coléricos indicaban un carácter difícil. Reímos cuando corrió tras su sombrero. Lo recuperó, se lo puso, tomó las valijas y entró al bar. Se ubicó en la mesa frente al mostrador; pidió una cerveza y nos saludó con un movimiento de cabeza. Esbozó una mueca que supusimos sería una sonrisa y nos preguntó por un hotel o posada. Su voz era agradable, lo que nos sorprendió. No nos gustaban los extranjeros, pero le dimos la dirección de la única pensión que había en Valle Muerto.
Nos puso una foto en las narices y preguntó si habíamos visto a esa mujer por el pueblo. Era Susana.
Como si estuviéramos de acuerdo respondimos con la misma palabra: no.
Moisés dijo que era una mujer muy hermosa, que no pasaría desapercibida en un lugar pequeño. El hombre nos miró con desconfianza y dijo que hermosa era, pero también ladrona. Y que si estaba ahí, no se iría sin ella.
El hombre quiso ir temprano a la pensión. No lo dejamos. No podíamos hacerlo. Si salía del bar, todo estaría perdido. Así que casi lo obligamos a seguir tomando hasta que hicieron efecto los narcóticos. Después fue sencillo. Esperar que llegara la noche. Cargarlo en el carro de Moisés, las palas, encontrar un lugar alejado y solitario.
Las cinco menos cinco. Como si hubiéramos oído una orden, nos acercamos a la ventana. Unos instantes más y recibiremos la sonrisa y el saludo de Susana que nos llenará de júbilo por el resto de la jornada.
A veces, sólo a veces, una gota de arrepentimiento por lo que hicimos, quiere amargar nuestra alegría. No la dejamos. Ella sigue en el pueblo. Lo demás no tiene importancia


Texto agregado el 09-06-2005, y leído por 475 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
20-05-2008 batanter bueno doctora corvus
23-05-2007 Buen relato, entretenido y como siempre un final inesperado. Mis felicitaciones para ti. Yo patito3851
17-04-2007 Bien reflejado ese ambiente de pueblo. Los viejos ternos y muy divertidos. El desenlace es del todo inesperado. Me gustó mucho descubrir esta otra faceta. Saludos!! xung0
26-01-2007 Muy interesante, 'así no haya alguien es necesaria una ilusión para vivir'. kilinyros
18-07-2005 Para marcar lo estéril del lugar no es necesario repetirlo una y otra vez. Se vuelve absurdo y recargado, por ejemplo, que se le ponga de nombre al bar “El desierto”. Es más, ni siquiera es indispensable que tenga nombre. Hay que recordar que un cuento se hace con lo esencial, nunca con la paja. Tampoco son indispensables las comillas para el nombre del pueblo. También, como es un cuento, debe procurarse no abarcar tantos personajes. Me llama la atención que el protagonista sea un “nosotros”. Sin embargo, por momentos se desdibuja con la desproporción de algunos personajes que están bien definidos y otros que se quedan en un limbo literario. Además debe revisarse la redacción en algunos pasajes. Fuera de eso, me recordó mucho una película de Lars von Trier. demabe
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