Una niña cruza una avenida concurrida,
envuelta en toallas, sabanas y suéteres.
Es verano. Y sobre el pavimento, el calor convierte el panorama
en una ondeante expectación de líneas confundidas.
Una niña se dirige al supermercado a comprar su miserable dieta
formada de pepinos y lechugas,
pero sus energías le traicionan y cae desmayada en una esquina.
- Mira mami
- Si hija, es tarde. Date prisa
Ante su debilidad como un puñetazo,
la sorda y mezquina indeferencia.

Y los rostros que circulan,
continúan pretendiendo que todo va bien en ella.

Una niña consigue arribar a su departamento solitario
y vuelve a mirar a su espejo trucado.
Ella sabe que el espejo arroja una figura agrandada
pero algo mas fuerte que ella, la obliga a buscar agresivos purgantes.
Una niña se posa sobre su vieja bascula que parece hablarle,
compañera de cuarto que ocupa el centro y cetro de su morada.
- Estas fallando. ¿Acaso no recuerdas nuestro pacto?
Entonces ella baja la mirada y asiente avergonzada.
- Iremos juntas a París. Llegarán los días para la diversión.
Tan solo algunos kilos mas. Aún hay músculo entre tus huesos y tu piel.

Y es únicamente su sueño de gloria, lo que la mantiene con vida.

Un niña reposa desnuda sobre un camastro frío.
- “Vestirás prendas de diseñador, y con extravagantes atuendos has de llamar la atención”
Pero he aquí que ha llegado el día de la consumación,
donde todos los sueños se pierden en la distancia
y lo único que llama hoy la atención en ella,
es la etiqueta rígida que sirve
para identificar a los muertos.