El amante ha ganado. Y no me lo he perdonado. Me ha besado; me ha acariciado y en sus brazos me ha enredado.
Pasó, de buenas a primeras, pasó. Fue como un sueño; pasó como las nubes con el viento, y los veleros en el mar. Es, sin duda, lo que ha ganado; este amante abandonado; que con sus manos a tocado el cuerpo equivocado; privado. Mi cuerpo es privado. Prohibido a aquel que no sea mi amado. Prohibido a aquel a quien yo he renunciado.
Ahora entiendo, lo que es vencer; lo que es ganar; ganarle a él; un poco de amor. Lo que él no lograra conmigo: ganar. El nunca logrará un poco de mi amor, el nunca me tendrá. Nunca volará los cielos de mi cuerpo; no me robará una ilusión, con sus promesas. No me vencerá.
Podrá besarme hasta matarme; pero sólo muerta me tendrá, y nada logrará, con el cuerpo frío de mi cadáver; nunca me amará, con mis rosas perfumadas y mi aliento otoñal, con mi dulce risa en libertad. Jamás podrá amarme, tenerme sin pensar.
Es él quien me ha encontrado; desprevenida y sin cuidado... Es él quien me ha invitado, a su sueño envenenado.
Pienso en sus besos, su perfume... Su perfume quedó en mi cuerpo; quedó una pizca del momento... Se grabaron en mis sentimientos; arena y sol de este encuentro.
Pienso en como se siente un calor suave de verano, en esta primavera fuera de sol. Como las rosas encienden su aroma cuando mis labios está por besar.
Y la mirada firme y descuido, y el sonido muerto de su voz, insatisfecha y reprimida, y el calor de nuestro invierno, curado a mantas. No me iré, no sin despedirme. Del otro lado del puente; el amante ha dejado de ser mi amigo; se ha convertido en mi mentira.
Y sigue hablándome, con el lenguaje de los silencios, con la cultura que aprendió, con sus cielos por las nubes, y sus manos por detrás. Con su mirada compradora y la sonrisa despiadada.
Y la sonrisa cálida de su ruta cambiada, y los pájaros libres alrededor de su alma, y mi amado lejos llamando. La voz de la conciencia amenazándome, hiriéndome, golpeándome...
Y el llanto de mi alma enamorada, lastimándome con su canto melancólico, su melodía de culpa, su aire a traición.
Ya no mentiré. Ya no estallaré el misterio desde el fondo de la tierra; ya no me quedaré junto a los fantasmas. Ya no alojaré sentimientos muertos en mi alma. Ya no se mojarán mis labios con el llanto de las madres.
Me ahogo y en silencio, empiezo a morir. Gritando por dentro, callando al sufrir.
Me encontrará, sintiendo el dolor de la culpa. Seguiré imaginándolo y soñándolo. Sintiéndolo y buscándolo. Como los ángeles bajan desde el cielo... Como mi laguna espera... Yo estaré, siempre, contemplándolo.
Y seguimos, eternos y escondidos en la lluvia, diciéndonos, quién sabe qué silencios...
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