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Acomodó los últimos papeles y dudó antes de guardarlos en el cajon del escritorio.Se decidio
le echó llave. Se bajó las mangas de la camisa mientras miraba por el ventanal como la ciudad iba tornando el color amarillo brillante por un naranja a medida que se aproximaba el atardecer. Se puso el saco y encendió un cigarrillo. Tomó el “attache” y salió de su oficina, pasó por el hall central y saludó con la mano a las secretarias que también estaban ya cerrando sus labores del dia. Apagó el cigarrillo en el cenicero y subió al ascensor, se encontró con un colega del piso superior al cual le preguntó cosas intrascendentes que duraron del 8º piso a la planta baja.
Saludó al portero con un movimiento de cabeza y recibió del guardia las llaves de su automóvil que lo esperaba con el motor encendido.
Evitó las avenidas congestionadas y se zambulló junto con el sol que desaparecía tras el horizonte en una transversal. Diez minutos después doblaba a la derecha y se introducía en el garaje en el cual guardaba su coche. El del edificio en el que vivía siempre le había parecido incómodo, así que había optado por guardarlo allí. Saludó al sereno y cruzó la calle, pasó por le verdulería, el supermercado que de súper solo tenía el nombre y se sorprendió.
Faltaba el edificio en el que vivía.
Al lado del supermercado estaba SU casa y no la librería. Y ahora estaba la librería pero faltaba el edificio en el que vivía.
Se alejó hacia la acera para tener una visión más panorámica... Volvió a mirar: la verdulería, el supermercado, la librería ocupaba el lugar de su casa.
Miró toda la cuadra; se dio vuelta y observó la vereda de enfrente: la confitería, la ferretería, el edificio de mármol negro, todo estaba alli, en su lugar, como correspondía, menos el edificio en el que vivía.
Se rio estupidamente buscando con la mirada a algún vecino al cual preguntarle algo. Nadie a la vista. Estaba solo, entonces pensó que estaba soñando y se miró las manos como si ellas pudieran responder alguna pregunta.
“ Esto es una locura” dijo en voz alta, “estaré soñando”? y se pellizcó. El dolor le demostró que no estaba soñando.
Algo semejante al desasosiego lo acometió: estaba solo en la calle en la que vivía desde hacía tanto tiempo, solo, frente a un lugar en que se suponía estaba el edificio en el cual estaba su departamento pero sin el edificio. ¿ Cómo era posible? Miró la vereda buscando algún indicio de derrumbe, pero no... - que tontería- !
Se acercó a las paredes , pasó la palma de la mano por la piedra y entonces la sintió, una leve sensación, retiró la mano y miró, pero no vio nada.
Volvió a pasar la mano despaciosamente por la línea medianera de ambos edificios y volvió a sentir la misma sensación, algo así como una presencia; esta vez lo hizo muy lentamente de manera que pudiera fijar bien en su mente el lugar exacto. Retiró la mano para fijar allí la vista. Lo vio, un punto, solo eso. Apoyó el canto de su dedo anular en él y percibió la sensación de poder penetrarlo. Insistió y notó que la falange se introducía en el punto desapareciendo de su vista.
Retiró la mano asustado. Dio un paso hacia atrás y tropezó con su attache, para evitar caer hizo una serie de movimientos con sus brazos y su cuerpo que dieron la sensación de un bailarín de murga.
Lanzó imprecaciones que hacía tiempo no decía.
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Cuando recuperó el equilibrio se aflojó el nudo de la corbata y decidió quitársela. Hizo un bollo con ella y la arrojó dentro del attache.
Se quitó también el saco, lo dobló prolijamente y lo colocó encima de él y a ambos sobre al capó de un coche azul metalizado estacionado allí mismo.
Con ambas manos se alisó el pelo hacia atrás y lo notó húmedo. Decidió encender un cigarrillo. Le dio una pitada profunda y larga y colocó sus brazos en jarras mirando desafiante a los edificios.
Recordó que tenía un cortaplumas en el attache y fue a buscarlo.
Fue entonces que sintió pánico. No estaba el coche azul metalizado. No escuchó el ruido del motor al partir. Notó entonces que tampoco estaba escuchando los ruidos de la avenida que estaba solo a 20 metros.
- Qué es todo esto? Preguntó voz alta y repitió más alto... ¿Es esto una broma? Pero no se escuchó
Sintió los músculos del estómago atenazados. Creyó que se estaba volviendo loco; edificios que desaparecen, sus sentidos que le devuelven cosas incongruentes... no escuchaba, no tenia tacto...
Sintió que su camisa se le pegaba al cuerpo y que las palmas de las manos le transpiraban, un gota jugueteó un instante en la punta de la nariz y la quitó con un ademán enojoso.
Miró el cielo, estaba oscureciendo y las lámparas de la calle aun no se habían encendido. De continuar así en minutos no vería nada y no tenía linterna y tampoco se habían encendidos los letreros luminosos de los comercios cercanos.
Decidió llamar a su mujer. Nadie contestó en su casa... Llamó a Pedro
- “ El celular al que está llamando está apagado o fuera del área de servicio” escuchó.
Probó entonces llamar a Juan, a Maria Cecilia, a Jorge, la misma respuesta.
Estaba solo y desconectado del mundo; eso sintió. En un lugar desconocido que no podía serle más conocido que ése.
Volvió con desesperación a la pared, al punto. No había tal punto ahora, pero si notó una rectilla del tamaño del guión medio del teclado de una PC.
Arrojó el cigarrillo a la alcantarilla y colocó la palma de la mano sobre ella y notó que levemente se abría. Miró.
Tenía 2 cms. Pensó que seguiría abriéndose como si fuera una broma macabra de la física. Detuvo allí su crecimiento.
Volvió a mirar la recta, pasó por ella la yema de su dedo anular y sintió que ésta la penetraba.
Intentó dominar la sensación de asco que le suscitó ser absorbido por la nada y dejó su dedo alli viendo como entraba en la hendija la falange completa. Su mano adquirió una fisonomía extraña.
Cuatro de sus dedos sobre una superficie plana y el otro totalmente desaparecido. Movió su mano para intentar que el pequeño también pudiera hundirse en la hendija.
Riéndose histericamente retiró la mano. Pretendía acaso que su mano venciera a la piedra, al mármol?
Buscó otro cigarrillo y notó que no había mas en el paquete. Enfrente estaba el expendedor ... cerrado. Intentó ver si el kiosco de media cuadra estaba abierto pero el letrero luminoso estaba apagado. La luz de la calle estaba siendo realmente tenue, más que tenue
Ahora toda su ropa estaba mojada y emanaba adrenalina.
Pensó que el olor a la adrenalina tenía cierta semejanza al azufre y esta comparación lo asustó.
Volvió en un gesto desesperado a la pared, a su pequeña gran grieta de 2 cm.
Introdujo allí sus dedos medio y anular y notó que podía introducir uno mas... Siguió empujando levemente y vio desaparecer su mano por completo.
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Se animó... empujó con su codo y vio como su brazo comenzaba a desaparecer en la grieta...
Un salvaje sentimiento desconocido para él lo animó y se puso de costado... pensó que era una locura lo que estaba pensando pero aun así continuó... pasó una pierna junto a su brazo...
Comenzó a reir casi salvajemente
Siguió y siguió, solo le faltaba introducir su cabeza. Fue entonces que tomo conciencia y se dijo tranquilizadoramente
- Qué susto! Me equivoqué de dimensión y desapareció.

Texto agregado el 09-06-2005, y leído por 134 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-06-2005 me parece una buena historia, más el final es un tanto decepcinante...uno está esperando un final un poco más concluyente...no sé algo le falta amarxlavitta
 
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