No sé si usaré bien las palabras, no sé si usaré bien los giros, las metáforas y las miles de licencias literarias que existen. No sé si usaré adecuadamente las normas escritas y no escritas. La verdad es que no me importa demasiado. Casi siempre escribo para mí, por mí. Escribir es mi pequeño escape. Tengo que reconocer que soy una cajita de sorpresas, no creo que nadie me conozca al 100%, a veces pienso que ni yo misma me conozco. Pienso que soy demasiado tonta. Todo me afecta de tal manera que me ahoga. Si estoy triste llego a un punto en el que estoy a punto de caer en el abismo, si estoy contenta, estoy tan llena de sentimientos que necesito decir, demostrar, soltar, que igualmente me ahoga. Tanto en un aspecto como en el otro los sentimientos me llenan, me rebosan, todos los poros de mi piel rezuman. Soy toda sentimientos, demasiados. Y entonces me escapo de mi interior, suelto estos sentimientos plasmándolos en un papel, diciendo mil y una bobadas. Escribiendo mil y un sentimientos, todos tan profundos, tan densos, tan difíciles que me resulta realmente complicado hacer que fluyan hacia mis dedos y de aquí al teclado. Pero aunque escriba para mí, de vez en cuando, muy de vez en cuando, me gusta que alguien, muy especial, lo lea, y mientras lo hace mirarle a los ojos e intentar ver más allá de sus pupilas. Estudiar detenidamente uno a uno sus gestos para saber, antes de que me lo diga que piensa de lo que ha leído, porque claro, la segunda parte tiene que ser un breve comentario, evidentemente positivo, del relato o texto en cuestión. Algunas otras veces cometo el error de escribir para alguien en concreto y entonces cuando lo lee veo como crece y se infla como un globo. Otras veces soy capaz de escribir historietas subidas de tono solamente para ver la cara de la otra persona y disfrutar de la perplejidad e incluso de la excitación. Escribir, escribir, lo que sea, como sea, a velocidad de relámpago, lentamente como una tortuga, que más da. Lo importante es hacerlo para escapar de mi dentro, mi yo. Escapar y volar hasta dentro de un ratito en que las letras se vuelvan realidades y las realidades vidas. |