“Espero que alguna vez entiendas que tienes que madurar y aprender a escuchar los buenos consejos”.
Esta frase, dicha por la voz pausada del padre, se filtró por el oído derecho del adolescente, cruzó un amplio vestíbulo desocupado y salió intocada por el oído izquierdo para perderse en las vastedades de la habitación. Luego, las mandíbulas del muchacho se movieron rítmicamente, pero no eran palabras las que se modulaban sino un chicle que era mordisqueado con vehemencia para terminar transformándose en un globo rosado. El estallido de este dio lugar a la respuesta indirecta para una frase que nunca fue escuchada…