Un cuento sobre motos
Unos muchachos que crecían a orillas de un río que atraviesa una pequeña ciudad, donde la genialidad y creatividad les permite jugar y fantasear sin disponer de juguetes sofisticados, por lo costosos que resultan para sus padres, no les impide fabricar desde simples trompos con un trozo de madera, hasta impresionantes maquinas, como sus poderosos motocicletas para competencias cross, que consistían en simples palos de 40 cm de largo, adornados con falsos frenos y aceleradores de lata y plásticos que encontraban a orillas del río Rocha. El resto de la moto era construida hasta en su mas mínimo detalle por la grandiosa e imparable imaginación de aquellos niños, cuyas ruedas consistían en sus flacuchas piernas y los motores sus pulmones, que hacían rugir la pista, con ruidos ensordecedores de cada impulso que daban al acelerar sus briosas maquinas.
La pista agreste y desafiante, donde los numerosos competidores hacen bramar sus maquinas antes de la partida, arrancan en medio de la polvareda levantada por las llantas que derrapan sin cesar en pos de una mejor posición, esquivando los matorrales y cactus que dominan el paisaje del campo de competencias. Dura lucha por llegar en primer lugar, donde los empujones y arremetidas tiene todo menos delicadeza, jóvenes intrépidos, soñadores, que ruedan sobre el lodo y los pastizales, para volver sobre el polvo y la arena, que se les mete hasta en los lugares imperdonables, las caídas se suceden una tras otra, heridas, y raspones son visibles a través de numerosos agujeros en sus vistosos uniformes de competencia, se permiten su ultimo exhalo al llegar triunfantes a la meta y a continuación en medio de la algarabía se felicita al ganador; de pronto el mas chiquitín nota la ausencia de uno de ellos y con tono de preocupación, pregunta.
-Y el chato donde esta.
A lo que le responden los demás:
- no se.
- yo tampoco
-
Uno de ellos dice:
- estuvo de segundo casi toda la carrera y después ya no lo vi.
Se siente en el aire preocupación, suele ser uno de los primeros casi siempre, se viene a la mente los lugares peligrosos de la pista con barrancos que dan al río desde 5 metros o mas, empalidecen ante la terrible posibilidad, en un silencio que se escuchaba profundo en el corazón de un niño que teme por un amigo.
De pronto el silencio es interrumpido por una chillona voz a que grita a todo pulmón:
-ahí viene, vamos a preguntarle que le paso.
Todos se abalanzan, mientras el haciendo ademanes, va apoyado sobre el manubrio, arrastrando a su costado va la motocicleta, haciendo esfuerzos para arrastrarla.
Y arremolinándose alrededor de su amigo le preguntan todos a la vez en medio de gritos y risas nerviosas que es lo que le había ocurrido, el contesta:
-Se me planto la moto.
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