Porque pasarán los años y siempre recuerdas los olores de la cocina.

También el peine antes de irte al cole, que te revisen en una mirada rápida y con ceño fruncido, hasta que un beso sellara la despedida.

Porque en un puño cerrado llevas, bien apretadito, su recuerdo.

Porque es por quien pedís cuando por las noches te despertás sobresaltado, o cuando tenés dolores infinitos.

Y porque también sé que quisieras volver a esa época de mimos y cuentos.

Porque añorás refugiarte en su cama, buscar el calor que te arrimara más a ella, buscar el ala protectora que te contenga.

Porque siempre nos late fuerte el pecho cada vez que la nombramos.

Porque la vida, cuando te castiga, te somete a su rutina y a sus peores catástrofes, siempre está presente su sonrisa para aliviarte.

Y con esta poesía, que encierra un poco los sentires, calores, olores y todo aquello que representa, te invito a hacerle cosquillas a esos recuerdos infinitos, que no reconocen edades ni tiempos, que siempre vivirán contigo.

Mujer en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura
y en el mes de la siega, tendrás color de espiga
vestirás simplemente y andarás con fatiga.

El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido
y a vino derramado, nuestro mantel tendido.
Si mi mano te toca, tu voz, con la vergüenza
se romperá en tu boca lo mismo que una copa.

El cielo de tus ojos será un cielo nublado
que pierde un agua limpia, tu mirada un rocío
tu sonrisa a la sombra y un pájaro en el río.

Y un día, un dulce día, quizás un día de fiesta
para el hombre de pala y la mujer de cesta,
el día que las madres y las recién casadas
vienen por los caminos a las misas cantadas.

El día que la moza luce su cara fresca
y el cargador no carga y el pescador no pesca,
tal vez el sol deslumbre, quizás la luna grata
tenga catorce noches y un polvo de oro y plata.

Sobre la paz del monte, tal vez en el villaje
llueva calladamente, quizás yo esté de viaje.
Un dia, un dulce día con manso sufrimiento
te romperás cargada como una rama al viento

Y será el regocijo de besarte las manos
y de hallar en el hijo tu misma frente simple,
tu boca, tu mirada y un poco de mis ojos
un poco, casi nada.-

(‘Un día, un dulce día’, Jose Pedroni)