Solían ser los momentos más dulces del día, cuando llegada la noche te tumbabas en tu cama y te disponías a soñar. Solías soñar imposibles hazañas, imposibles situaciones... E imposibles amores. Por mucho que soñaras no se realizaban nunca. Solías soñar con su pelo acariciando sus mejillas y deseabas por encima de todo ser uno de esos pocos cabellos. Solías soñar con su dulce voz recitando y (¿por qué no?) creando inverosímiles rimas que deseabas que se hicieran realidad. Pero eso era antes, antes de que abrieras los ojos, antes de que te enfrentaras a un duro día... Antes de que despertaras.
Texto agregado el 08-06-2005, y leído por 121 visitantes. (1 voto)