Desperté de un sobresalto ocasionado por el leve tambaleo del retrato de mis padres. Bajé las escaleras precipitadamente y me dirigí, sin pensarlo, a la ventana del comedor. Las manecillas del reloj apuntaban las 18:30; aquel interminable tic-tac retumbaba en mis oídos y el sonido de la lluvia se mantenía latente.
Me quedé inmóvil frente a aquel vidrio empañado, observando algo lejano, un punto fijo, que no me mostraba la realidad, pues en mi mente sólo pasaban imágenes de fantasía.
No sé con exactitud cuánto estuve allí, los métodos ordinarios del tiempo no actuaban sobre mis visiones, y sin quererlo dejé de ver con mis ojos lo evidente y me guié por mis deseos más escondidos.
Miles de conmovedoras escenas cruzaron mi mente: las de mi pasado, mi infancia, aquellos días felices que llenaron de alegría mi existir; las de mi presente, mi juventud, una extraña etapa que desconozco y a la cual me enfrento; y las más hermosas ilusiones de mi futuro, de lo que deseo con todas mis fuerzas y que quizás un día se haga realidad.
Cuando volví al presente, mis fantasías se esfumaron rápidamente, ese grato instante que me llevó a reflexionar había terminado súbitamente; me había alejado de aquel éxtasis poético para arrastrarme a la prosa de la vida.
Sentí como si no tuviera los pies en la tierra, una extraña sensación me invadía, y creí estar cayendo por un gran abismo, un profundo abismo...
¡BUM! Un salto instintivo y mis ojos se abrieron muy rápidamente, como si ni siquiera lo hubiese pensado. Era de noche, una cálida noche de verano. Ahí estaba yo, sentada, con lápiz en mano. Recordé haber estado escribiendo mi quinto relato inconcluso.
Respiré profundo antes de levantarme y me incorporé tan rápidamente que sentí un poco de mareo; cerré los ojos y me llevé una mano a la frente, mientras seguía caminando lentamente hacia un lugar, hasta entonces no determinado.
Había una quietud y silencio muy agradables. Di algunas vueltas, sin saber por qué –todavía con mi pluma en mano- y luego decidí sentarme para disponerme a escribir nuevamente.
Releí mi creación, miré hacia el techo, dejando escapar un meditativo suspiro y luego comencé a mover la pluma sobre el papel, casi sin esfuerzo, invadida por una extraña inspiración: mi relato inconcluso, parecía por fin acercarse hacia un desenlace.
Miré a mi alrededor, un lugar desconocido me rodeaba. Algo extraño, realmente indescriptible, jamás imaginable, ni en los mejores relatos de ciencia-ficción.
¡Qué es esto! –pensé- ¿Dónde estoy?.
Inmediatamente una fresca brisa y un silbido se acercaron a mí: tuve que interpretarlo como toda respuesta.
En mi soledad, no me quedó más que acompañarme. Caminé con un rumbo incierto, y creo que, por lo menos, diez veces trace líneas imaginarias con la misma ruta.
Finalmente, un poco cansada e insegura, me dejé caer...
Me incorporé rápidamente, un insólito sonido llegó a mis oídos, y me hizo salir de una especie de trance.
Caminé hacia la puerta y la abrí, luego miré hacia afuera un momento. La cerré inmediatamente, como si al fin hubiese reaccionado; ciertamente no supe lo que hacía hasta ese momento.
Después de cerrar la puerta, me quedé meditando otro momento, como tratando de recordar algo, con el entrecejo fruncido. Sentí mucho frío de repente, volteé, caminé hacia la ventana... definitivamente era un día muy extraño.
Una oscuridad me envolvió, repentinamente. Realmente, hasta ese momento, no me había percatado de todo lo extraño que me había sucedido; era como si se me hubiera borrado la memoria, y estuviera actuando inconscientemente.
Comencé a analizar todo: la lluvia, mis pensamientos, el lugar desconocido, aquel sonido, el frío, un abismo... estaba todo tan claramente desordenado...
De la nada, algo llegó a interrumpir mis pensamientos, algo que me dejó totalmente paralizada...
Un arma- pensé, totalmente conmocionada, con los ojos muy abiertos de asombro y miedo, esperando lo peor, tembló mi mentón y mis ojos se cerraron, con un agudo dolor en mi corazón... sentí un calor que me envolvía, nada de dolor... ¡¿Qué?! ¿ya estaba muerta? ¿Por eso no sentía nada? Interrogantes iban y venían en mi mente... Me sentí perdida ¿qué estaba pasando? ¿por qué me ocurría esto a mí?...Y me dije susurrando muy suavemente... “no puede ser”...
Desperté de un sobresalto ocasionado por el leve tambaleo del retrato de mis padres.
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