Se levanta un humo vítreo, ígneo, incandescente desde las mismas entrañas de la incandescencia, sobre la ciudad. Las cinco de la tarde. La quemazón es por el rumbo de la Primavera. Debe ser grande porque hasta acá a Tonalá llega el tufo. Y se ve el espiral, no, no es espiral, ahora que se ve bien, es ya una mancha uniforme, enorme de contaminantes, de carbono en llamas, una congestión nasal enorme en el aire tapatío. Se quema la Primavera. Y la mañana siguiente la noticia estará en los periódicos, rondará por todo el país y las clases en las escuelas serán suspendidas debido al alto nivel de contaminantes en la atmósfera y la calidad irrespirable del aire.
A mí me ha dado hambre, entretanto. Ceno y me acuesto a dormir, casi inmediatamente. Me duermo justo al tiempo en que las llamas se prolongan como brazos de infierno sobre lo más verde del pulmón de mi ciudad.