Camino por calles grises a través de la ciudad, mientras siento la llovizna en mi rostro, cayendo en él no como en un golpe, sino en una caricia, que se prolonga en gotas que se forman en mi cara y que resbalan, una a una. Gotas que en su camino arrastran corazas, máscaras y disfraces. Me desnudan, y dejan a flor de piel, recuerdos.
En la esquina, una mujer vende sopaipillas.
El olor a aceite caliente me transporta. Es curioso como un olor puede lograr revivir sensaciones y experiencias. Esta vez, me lleva a ciudades, de aquí y del mundo. Atardeceres, gente caminando, luces y ruidos urbanos. Me doy cuenta que a pesar que odio la ciudad y las aglomeraciones, amo la hora en que el día cambia a la noche y en que la gente sale de los trabajos. Tal vez son los sueños y los deseos de esta gente, que espera hacer cosas diferentes, y que en este instante están juntos en la calle los que me traspasan su energía. O puede ser que las luces de los letreros me marean y me hacen percibir todo diferente. Pero es un instante que me atrapa, que me gusta.
Mentalmente revivo pasos y caminatas por calles desconocidas. Hoy crearé las calles para mí y veré lo que quiera ver.
Me doy cuenta que es un olor que une recuerdos. Cada vez que lo siento vuelvo a viajar, por mi país, por el mundo.
Pero esta vez llego más lejos. No solo recuerdo mis viajes y pasos por diferentes lugares, también viajo por mi vida.
Hoy vuelo a mi infancia, a recuerdos infantiles. Rememoro días lluviosos en el sur, en los que llegar del colegio mojado no era un problema sino una alegría. Después de todo, de que preocuparse si la casa estaba temperada, la ropa seca y el té caliente con sopaipillas, esperando junto a un beso de mi madre.
Como ese gesto transformaba lo duro que eran los días de lluvia y lo transformaban en una fiesta. Que contraste comparado con lo que ahora significa para mi una lluvia. Nada funciona bien en esta ciudad, salvo el mal humor de la gente.
Sin embargo, hoy es diferente. Tengo esperanza de que la historia se repetirá hoy. Por eso no apuro el paso. Por eso me dejo mojar
Quiero sentir la lluvia traspasar mi ropa. Que toque mi piel. Quiero sentir el frío en mi cuerpo, para que de esa forma estar preparado para un regalo que más que para el cuerpo, es para el alma.
Ya no solo es llovizna, ahora es un aguacero el que siente caer. La gente no entiende como un loco va por la calle, mojándose y caminando sin prisa, apenas en mangas de camisa.
Lo que nadie sabe es que al que ven no soy yo, volví a ser el niño. Y sonrío para mí de solo pensar e imaginar aquello que en casa se me promete, como un premio, desde antes y como siempre.
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