Corren los segundos, implacables, uno detrás del otro. Cada uno deja su huella en mi consciencia y cada uno es una bisagra sobre la que pivota toda la eternidad. El futuro depende de cada gesto, cada palabra, cada instante perdido o aprovechado. La mole de granito que representa mi pasado, está llena de marcas, manchas, castañazos, engarzada de diamantes, rayada, escupida, tallada con formas asombrosas o terroríficas. Solo una pequeña porción es alumbrada por mi consciencia, el resto permanece por allí debajo, apenas perceptible por su gran peso y volumen. Yo me encaramo sobre ella, miro a mi alrededor, tropiezo con alguna de sus salientes, me siento en un hueco laboriosamente tallado para adaptarse exactamente a mis posaderas, me deleito contemplando desde un nuevo ángulo algún trozo particularmente bonito, miro para otro lado y me hago el boludo ante algunas de sus anfractuosidades. Sobre mi, un cielo inmenso de futuro: extiendo mis dedos y el aire corre raudo, como un viento que atruena cada vez más en mis oídos, es que como dice el pelado, el tiempo no para. Desde arriba de las sierras, sentado a la orilla del río, quemando nafta a puro puñazo derecho, y goma y fierro contra el asfalto cordobés, el brillo del sol en los ojos, el frío del agua en los pies. Arriesgando la vida en cada curva jugada y en cada escalada inconsciente. Sabiendo que cada instante puede ser el último: ¿y si Dios se arrepiente de la creación? Hasta siempre, gracias por el pescado, disculpen las molestias. Estamos trabajando y no es para su satisfacción. Cada quark, cada partícula, cada átomo, molécula, grumo infinitesimal de materia, cada gen, cada mosquito que viene y me pica justo donde no puedo rascarme, cada piedrita en la zapatilla, cada ranura del camino que me hace deslizar la rueda, cada partícula de mica que refleja un rayo de sol contra mi pupila, complota como todo los demás para hincharme las pelotas, pero no importa porque yo miro sólo lo que me interesa, esa nube, esa cara, ese recuerdo, éste instante. ¿Cuántos más como éste podré vivir antes de morir? Diría Manolito, dátis de cuéstion. |