Supuse que todo sería fácil. "Fácil" es el término que define al siglo XXI. Nadie quiere complicaciones, nadie quiere entender los comos ni los porques, solo deseamos enchufar las cosas y que funcionen. Concurrentemente, ya hace rato que nuestra capacidad de asombro ha quedado o bien saturada, o bien anestesiada. Si en algún momento del pasado, el concepto de una bomba nuclear desataba terrores inimaginables, o si la comprensión de la estructura del ADN causaba una revolución en la mentalidad colectiva, un "cambio de paradigma" como dicen los cultores del dificilismo lingüístico, luego en cambio la llegada del hombre a la luna tuvo menos rating que el casamiento de Lady Di, y la clonación de Dolly o la concreción del proyecto del Genoma Humano apenas fueron noticia para cierto subconjunto freak de la sociedad. Ya nadie se sorprende de nada, es un hecho.
Por eso, cuando a partir del año pasado abrió sus puertas en Argentina "Clones SA", apenas hubo un comentario de tono sarcástico en la contratapa de Página/12 y una nota de color en el noticiero del 11 (malinformando y mostrando más prejuicios que datos fehacientes, como siempre). La tecnología necesaria para desarrollar cuerpos humanos adultos íntegros en tiempo record (2 semanas, según oí decir) con un genoma "estándar" o en blanco, que luego es tratado con un retrovirus que contiene las manifestaciones somáticas relevantes de la persona a clonar, no le interesa a nadie. El misterio metafísico de la personalidad, la transferencia de la memoria del sujeto al clon, la unicidad del propio yo, son abstracciones igual de irrelevantes que la verdadera naturaleza del tiempo: a nadie le importan un carajo. El proceso ya no es ciencia, es mera técnica, y funciona. O dicho en otras palabras: por una módica suma, uno puede hacerse un duplicado. Hay ciertas consideraciones legales (los chupasangre no iban a dejar pasar una oportunidad así), acerca de la existencia civil del clon, pero aparentemente en un país como el nuestro, una empresa de capitales foráneos como Clones SA resuelve todas esas minucias a entera satisfacción del cliente, yo en éste caso.
Supuse que todo sería fácil. Que sería cuestión de tomar la decisión, disponer del dinero, y ya. Pero día a día, semana a semana, me doy cuenta que hace rato que vengo dando vueltas sobre el asunto sin tomar ninguna resolución. Hace seis meses fui a averiguar. Ahi me hablaron de la técnica, aunque muy por encima, claro. Me entrevisté con un asesor psicológico que quiso saber de mis motivaciones para hacerme un clon. Luego un hombre de traje gris me recitó con voz monocorde una inmensa lista de todo lo que NO se puede hacer con un clon, entre otras cosas recuerdo que figuraba esclavizarlo, descuartizarlo para vender los órganos, utilizarlo como socio para cometer fraudes o crearse coartadas, y varias opciones más macabras aún. Recuerdo que el precio me pareció más que razonable.
Durante un tiempo seguí jugando con la idea. Hice de abogado del diablo ante mi mismo: ¿para que quería el clon?. Supongo que mi justificativo básico es, escapar de mi vida. Y no es que esté insatisfecho. Por cualquier parámetro que se la mida, la mía es una buena vida. Trabajo en una agencia de publicidad, lo cual es demandante, pero para nada rutinario, y además me permite llevar un tren de vida más bien holgado. Vivo con mi novia, una relación de cinco años donde evidentemente el fuego de la pasión ya se ha agotado pero mantenemos una sana convivencia, intereses comunes, independencia... ¿que más se puede pedir? La respuesta debe ser, "algo", algo peor, distinto, alocado, inesperado. Es el fuego que me quema todos los días al levantarme y mirarme en el espejo, el mudo reproche que veo en el fondo de mis ojos: "hay otras vidas". Y yo sólo estoy viviendo ésta...
Habiendo leído cuentos de Bradbury, de Susan Sontag y otros varios acerca de la clonación o duplicación de personas, lo primero que me preocupó apenas me enteré de la existencia de Clones SA fue por supuesto esto: ¿Y si Gisella ya se hizo un clon? El pensamiento culpable de saberme perfectamente capaz de hacerme un clon y desaparecer me hizo paranoico, empecé a sospechar de ella. Hace seis meses, cuando fui a averiguar, creo que fue lo primero que pregunté: ¿Cómo se distingue el clon del original?. Es difícil, me dijeron. Las mismas huellas digitales, el mismo iris, por supuesto casi el mismo ADN. El truco, bien sencillo por supuesto, es que en la parte posterior de la oreja, oculto en el pliegue de piel detrás del lóbulo inferior, se les graba un pequeño tatuaje, apenas unas pocas líneas de un código de barras que los identifica con el número de serie. Esa noche apenas pude contener mi impaciencia: al besarla, y disimulando tras una falsa efusividad cariñosa, le revisé detrás de las orejas. Me sentí aún más miserable y culpable todavía. Ella seguía siendo ella, y yo estaba planeando dejar de ser yo.
Supuse que todo sería fácil. Y efectivamente era fácil. Unas breves averiguaciones con unos amigos que viven en España. Planificar una estadía allí y luego seguir rumbo a Tailandia. Disponer de cierto dinero de mi cuenta personal (una de las ventajas de las relaciones modernas e independientes), hablar con mi abogado para vender la casa que mi viejo me dejó en Córdoba. Todo perfectamente delineado en mi mente y listo para ser ejecutado. Ernesto desde Valencia me atendió extrañado, preguntándome si estaba todo bien. Obvio que si, le dije, y le pregunté si podía pasar un tiempo con ellos, y me dijo que si, que como siempre estaba a mi disposición. Pero cuando fui a retirar el dinero del banco, el empleado me dijo que ya no lo tenía en mi cuenta. Algo similar me pasó con el abogado. Desesperado, sospechando lo peor, fui a Clones SA. La recepcionista me miró entrar, extrañada. Antes aún de haberle dicho nada, ya se estaba comunicando con el gerente, que me recibió en su oficina. Allí me explicó todo, claramente, razonablemente, pero también inexorablemente. Me acercó un pequeño espejo para que verifique por mi mismo. Hace ya tres meses que hice mi transacción con Clones SA, y sin embargo, aún me siento el mismo de siempre, pero parece que no soy yo si no que soy JRH/22-A, un clon. Espero que, donde sea que esté en este momento, haya encontrado la vida que buscaba, fuera la que fuera. |