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Se pasea por ahí, con su sonrisa suave y su mirada audaz; no sabe que me derrito al verlo ni que me mata al saludarme.
No sabe que cuando me dice algo está jugando conmigo, que puede herirme en cualquier momento.
No sabe que cuando me mira, una sensación rara me toma por completo y tengo que morderme los labios. No sabe que cuando pasa por mi lado, me mata; me mata verlo alejarse hasta no encontrarlo en la infinidad de la calle...
El juega conmigo. El juega con muchas y muchas siguen su juego, pero yo no puedo. Juega como juegan todos los hombres; pero no se da cuenta de que estoy sufriendo; parada ante una línea que no puedo cruzar; que me mantiene en un mismo punto. “El punto de partida” de este sádico juego.
El amante no me persigue, me encuentra. El amante no me llama, me escucha. Pero el amante me espera, no me busca.
Este amante no entiende, que cuando uno miente, le es indiferente a todos y cada uno de los que se le quieren acercar. El amante no vive pendiente de mí, vive de mis gestos y mis palabras, este amante cree que lo amo. Y no es así. Porque aunque quisiera que así sea, este hombre no es para mí.
El amante tiene miedo. De no poder, de no querer. De no saber cumplir su sueño. Su sueño de ser hombre.
Este hombre cree que lo amo; y no es así.
Este hombre no es mi amante, aunque el lo quiera así.
Este amante no tiene mi amor, solo mi atención, y no le basta.

El amante, de mirada tibia y sonrisa inocente; se acerca a vos y te demuestra que no es indecente. Pero una vez que lo encuentras, de tu cabeza no lo quitas. Porque es un delincuente, que roba de cada mujer, un sueño, y de cada sueño su ilusión.
Las que durmieron con él, están en el olvido, las que no, están en carrera; y las que no corren, lo seducen y juegan con él. Entre estas últimas me incluyo, y bajo el encanto suyo, me busco un lugar; para molestarlo desde ahí, y cuando se canse de jugar tendrá que actuar.
De ahí en más deberé pensar; en tener o no; un hombre o dos... Pero con este pensamiento, al amante le miento; y no lo dejo actuar; lo vuelvo loco; lo pongo a jugar; solo, hasta explotar.
Entonces confundido el amante piensa; que esta vez no ha robado nada; le han robado a él; su atención, su tranquilidad, su pasión... Y nada le ha quedado, a este amante abandonado, que cayó en la trampa, de la indiferencia... La trampa de su propio juego.

Texto agregado el 06-06-2005, y leído por 165 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
23-06-2005 Muy buen escrito... no entiendo como puede haber hombres asi ( jajaja ) mis cinco estrellas para ti elAmo
08-06-2005 Quien a hierro mata... saludos. nomecreona
 
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