Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defender la alegría como una certeza
defender la alegría como un derecho
Defensa de la alegría
(Mario Benedetti)
Nosotros, individuos con destino trascendente, traemos en nuestro equipaje el bagaje de nuestra personalidad y el desafío de su proyección en la familia y en la sociedad.
Lo bueno y lo negativo, genéricamente hablando, conviven dentro de cada uno como debilidades a superar y fortalezas para apoyarse.
Diariamente nos vemos enfrentados a la vida con sus luchas y favores, sus problemas y aciertos, los que debemos ver como caras de una misma moneda que unas veces nos sirve de impulso y otras nos repliegan en nuestras desesperanzas.
Pero no siempre se responde de manera armónica a los desafíos. En muchas ocasiones podemos caer en los errores comunes de aplastarnos en la inercia en lugar de contrarrestar la marea inconsciente oponiendo resistencia.
En ocasiones son los miedos los que paralizan. Dialoguemos con nuestros miedos. El miedo al mañana, a la muerte, el miedo a los hijos, a la incertidumbre, el miedo a los cambios, a las relaciones interpersonales. Detectarlos y sobreponerse a los miedos es un paso insoslayable para seguir adelante en una postura positiva ante las luchas existenciales.
Vivir la vida de manera positiva es una elección.
Jorge Bucay nos dice que La libertad consiste en ser capaz de elegir entre lo que es posible para mi y hacerme responsable de mi elección.
Pero ello conlleva un trabajo introspectivo diario, pues las sombras de las negatividades que rodean al ser humano constituyen una batalla que debe librar para que sus objetivos trascendentes se impongan.
Combinando pensamiento, sentimiento y la posibilidad de obrar, el ser se libera, se enriquece, trasciende a los demás
Cuando se logran amalgamar esos tres elementos y se los conduce hacia objetivos de bien, se encuentra una poderosa razón para vivir con felicidad, con la alegría que brota de la serenidad de conciencia del que descubre lo que siente y piensa, y sus potencialidades.
Es posible vivir con alegría.
Es tal vez uno de los mayores retos, porque requiere una revisión de la mirada sobre los hechos y las personas, comprendiendo los primeros como parte del desarrollo evolutivo del planeta y a los segundos como iguales con diferente conformación interior y con sus propios estados de lucha, y con limitaciones de todo tipo.
No podemos juzgar al prójimo desde nuestra propia historia, sino con un sentimiento generoso de aceptación.
Expresa Ernesto Sábato:
La bondad y la maldad nos resultan inacabables porque suceden en nuestro propio corazón. Son, indudablemente, el gran misterio. Esta trágica dualidad se refleja sobre la cara del hombre donde, lenta pero inexorablemente, dejan su huella los sentimientos y las pasiones, los afectos y los rencores, la fe, la ilusión y los desencantos, las muertes que hemos vivido o presentido, los otoños que nos entristecieron o desalentaron, los amores que nos han hechizado (
) ellos van delineando la móvil geografía que el alma termina por construir sobre la sutil y maleable piel del rostro. Revelándose así, a través de esa materia que es a la vez su prisión y su gran posibilidad de existencia.
La alegría es el motor que imprime la fuerza al vivir. La alegría es quien propulsa y estimula a enfrentar las luchas, las vicisitudes, los desafíos.
En nosotros mismos está la fuerza que determina la decisión hacia una vida contemplativa y disconforme, o trascendente y aportativa.
El solo hecho de vivir, sentir, amar, debería dar al hombre la plenitud emocional que subyace inmanente en si mismo, y que solo debe reflotar, impulsar hacia arriba, sacarla a la luz.
El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria.
(Ernesto Sábato)
Nieves Granero Sánchez
Valencia, 6 de Junio de 2005.
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