Crisis de fe,
decreta mi corazón.

Hasta ahora creía
en el poder redentor
del mismísimo ser humano.

¡Já! ¡Cuán ingenua pude ser,
por unos minutos, pensarnos
menos torpes de lo que somos
incluso para las ínfulas cuestiones!.

Militamos ciegamente
en la gran causa de la historia:
Histeria, le dicen.

Somos amantes obsesivos,
tanto que nos revolcamos con cualquiera,
porque da igual siempre que entendamos
que eso que nos falta ha de aportarlo un otro distinto al yo.

Y como historia e histeria comparten útero,
hemos de padecerla a la una por la otra,
pero ¡guay! que se te ocurra negar que nos encanta
ese papel de neuróticos sufridos y victimizados.

¡Pensar que pude amar al género humano!
Que tardé tanto en desencantarme de él.
Me lo dijeron en un bar: La sicología es una religión.
Agrego que la historia también

Y me reconozco atea.
Niego la fe.