Ver de frente la vida paseando sus sayas
como si nada hubiera que manchara este cielo,
ni acaso ya alambradas con cuerpos diminutos
pudriéndose de sed. Mujeres rotas,
con más sangre en el vientre que en sus venas;
palabras que muriendo
dejan todo sonido y van los pájaros
a habitar sus vacíos.
Como si nada hubiera que hiciera de Mathaussen
un lugar de cadáveres, semejante a altas torres
que van cayendo, caen los muertos en Beirut,
se levantan las olas, pasan trenes
que dan con sus quejidos al fondo de la tierra.
Siento miedo delante de esta copa de helado,
mirando cómo cruzan los coches, en París,
las amplias avenidas de la tarde,
Miedo de este placer acaso.
Miedo de ver las casas
levantarse cual lobos, la penumbra
dibujando la luz en sus perfiles,
los hombres, pocos hombres, aún amándose, vivos,
despacio hacia Sodoma, hacia Hiroshima. Nadie
parece darse cuenta de esos ojos sangrientos,
de esas manos delgadas con palabras de Job,
de esos cuerpos desnudos en fosas ya deshechas,
de esas algas cubiertas de fémures y rostros.
Siento miedo y apuro
mi café y es amarga la tarde y tu sonrisa.
|