Aún recuerdo su pelo acariciado por el viento, ella no era hermosa, no lo necesitaba, pues sus ojos encendidos no escondían la pasión, su voz sabía a viento fresco de libertad, no sé porqué pienso hoy en ella, su historia estaba ya muy perdida en mi memoria, quizá sea que desde hace algún tiempo no me gusta el pozo sin fondo en el que se está convirtiendo mi vida.
Hace veinte años yo era otra persona, la vida aún no me había golpeado con saña y entregaba mi corazón con estúpida confianza.
Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi, su falda voló con el viento y su ropa interior quedó al descubierto, sentí un morbo que recalentó mi mente, pero todo esto se diluyó en cuanto ella me dedicó su primera sonrisa……
En aquellos tiempos yo cumplía el servicio militar en Barcelona, al contrario de la opinión general, esta época de mi vida fue la más hermosa para mí y una de las pocas ocasiones en las que me he sentido auténticamente libre.
Volvamos a su sonrisa, ella me cautivó desde el primer momento, recé para que dirigiera sus pasos hacia la discoteca “el Cid” que estaba allí mismo, en ella sólo pagábamos cien pesetas y nos cocíamos a cubatas con muy poco dinero, por supuesto que entró y desde aquel momento ya tenía muy claro cual iba a ser mi estrategia, el único impedimento lo tendría en la pista de baile, en ese menester soy un pato con almorranas pero ella me leyó el pensamiento y se sentó muy cerca de la pista, en ese momento dirigí mi primer ataque seductor, pero cuando ya prácticamente sentía su aliento un individuo alto y fornido se sentó a su lado, me sentí frustrado a causa de mi metro sesenta y nueve, y aunque mentalmente le derribé de un soplido, tuve que desistir inmediatamente y, cómo en la fábula del zorro y las uvas, decidí que no merecía la pena.
Iba ya por mi tercer gin tonic cuando algo me devolvió al partido, el pájaro había ido al servicio y ella volvió a sonreírme, era ya demasiado para mí, y aunque peligraba mi integridad me decidí a hablarle, lo que ocurrió fue surrealista, únicamente me dijo fue que el domingo iría la discoteca "quijote" de Hospitalet y que el maromo no estaría, yo no dije una sola palabra, ni siquiera asentí, al tiempo volvió su novio salvándome por los pelos gracias a que ella anduvo rápida de reflejos.
El resto de la semana lo pasé pensando en sus labios y en su aroma, es curioso, yo creo que el amor es la mejor medicina contra el aburrimiento, pero ¿era amor?, ahora que lo pienso reconozco que si que lo era, pero en aquel tiempo, a mis diecinueve años, supongo que lo confundía con otra cosa.
Por fin llegó el domingo, la cita me iba a costar cara pues ese día me tocaba guardia y tuve que negociar con un amigo, pero poco me importaba el precio, lo importante era que esa misma tarde encontraría alguna razón para besarla.
Aquel día el cielo se venía abajo en Barcelona, allí cuando llueve fuerte tienes la impresión de que te tiran el agua en calderos, mientras caminaba tuve un ramalazo de pesimismo y me convencí de que ella no acudiría y me imaginé a mi mismo plantado como un roble y con mil pesetas menos en el bolsillo; pero no hubo problema, ella estaba esperándome en una calle contigua a la disco por la que yo debía pasar, ¡dios mío¡ que linda me pareció, era pequeña y su cuerpo estaba cincelado por Miguel ángel, reconozco que soy hombre de ojos y culo y ella estaba bien provista de lo uno y de lo otro, no me gusta dar besos de compromiso, prefiero los de amor, pero cuando la besé en la mejilla, muy cerca de sus labios, todo mi cuerpo se estremeció, su cara estaba caliente y suave como la piel de un melocotón fresco, cuando miré sus ojos de cerca y admiré su verde infinito me convencí de que ella era perfecta para mi.
Mientras regresaba al cuartel la lluvia ya me era indiferente, casi al final de la noche había conseguido el beso tanto tiempo esperado y por un único instante sentí que ella sería mía para siempre...
A mí querida desconocida
¿Por qué acudes hoy a mis sueños, amor?
He pensado en aquellos días de cuartel,
Perdido en una gran ciudad,
No recuerdo tu rostro
Pero si reconozco tu alma a pesar de los años,
Te encontré en algún lugar de ninguna parte
En aquél sitio que ya no está
Mientras la negra noche no comprendía mi deambular.
Eras pequeña, y tus ojos eran avellana, creo, o quizá verdes...
Pero hubiera dado igual que fueran azules,
Encontraste hueco en mi corazón,
Aunque apenas acompañabas mi soledad,
Amor mío no estuvimos ni siquiera unas horas juntos
Y vienes hoy a mi recuerdo veinte años después
Afuera nevaba, nuestros corazones hablaban
Pero yo sólo contemplaba tus ojos
Nuestro amor se basó en minutos de realidad,
Dos almas que habían nacido para estar juntas
Y se conformaron con un amor esporádico.
No recuerdo si te besé ó no, pero me quedó tu aroma
Bien pegadito a mis sentidos……..
A la semana siguiente disfruté de un permiso de 48 horas, que por supuesto decidí pasar con ella, quedamos en un sitio fetiche para mi, Monjuic es un enclave mágico y durante la mili lo convertí en un picadero, aunque con ella todo era diferente, y se transformó por encanto en el taj mahal, la primera vez que la cogí de la mano sentí un estremecimiento, la tenia muy cerca y sus ojos brillaban a la luz del crepúsculo, había zonas de Monjuic que yo conocía bien, lugares en los que una pareja podía estar libre de las molestas miradas de la gente, , conseguí llegar a su tesoro en cuanto desabroché su camisa, la tersura de sus pequeños pechos encendió mi alma; hoy, mientras recuerdo aquellos días, me arrepiento de todo lo que pude haber hecho y no hice, pues debido a tabúes inútiles nunca llegamos a hacer el amor, aunque en aquellos instantes rocé el éxtasis.
Era enero y se avecinaba una ola de frío pero a pesar de ello el día lucía bellísimo, estaba ya anocheciendo cuando a lo lejos vimos encenderse la fuente de Monjuit y al ritmo de una música espectacular comenzó un baile de luz que los dos disfrutamos como los niños que aún no habíamos dejado de ser, antes de darme cuenta una lágrima se deslizaba por mi mejilla, en el fondo presentía que se acercaba el fin de nuestra historia.
Ya entrada la noche nos fuimos hasta las ramblas, allí realicé por enésima vez el rito de la fuente de canalejas que propiciaría mi regreso a Barcelona, desde luego a lo largo de mi vida he viajado varias veces a esa hermosa ciudad pero en circunstancias distintas y por supuesto sin ella a mi lado.
A la derecha de las ramblas está mi enclave preferido de la ciudad, la plaza mayor, en ella se vive una eterna algarabía de colores y de gentes, yo conocía allí a un viejo compañero de fatigas alcohólicas que trabajaba de camarero en uno de los bares mas cutres y a la vez más lleno de vida, de toda Barcelona, entrar en sus baños era como visitar una biblioteca repleta del saber de la calle, no recuerdo cuantas cervezas nos tomamos por el morro aquella noche, pero el alcohol nos acercó aun más, su cara estaba pintada de un rubor de rosa roja, y de vez en cuando un halo de suave nostalgia se dibujaba en su mirada, yo también estaba triste, pero en aquel momento lo único que importaba era estar a su lado; el resto de la noche fue una batalla de mil conversaciones guardadas desde la infancia, amores, películas, libros, ella escuchaba muy bien, a lo largo de mi vida he descubierto que casi nadie sabe escuchar, empezando por mí mismo.
Al salir del bar y bajo una leve nevada observamos divertidos como una pareja de punkies hacía el amor sobre el capó de un coche, no pude reprimir mis deseos de besarla, supongo que ella estaba tan excitada como yo pero, contrariamente al tópico, los ochenta fueron una época en la que aún todos teníamos demasiado cerca la cástrante educación franquista y contemplábamos el sexo como algo demasiado mágico (…..)
que delicioso fue pasear con ella por las calles vacías, éramos una especie de reyes de la ciudad, en una de esas calles del barrio gótico vivimos una de las situaciones más extrañas que he tenido en mi vida, a pesar de no haber casi luz un anciano tocaba su violín entre la penumbra, la música se me quedó pegada al alma, muchos años después descubrí que era el "adaggieto" de la quinta sinfonía de malher, en ese momento me pareció la música mas bella que había escuchado en mi vida, nos sentamos frente al anciano y él encantado nos ofreció su hermoso concierto, recuerdo que me sentía mas vivo que nunca, y entre la fría brisa y el aliento del amor me di cuenta de que en ese instante estaba fabricando recuerdos para el resto de mi vida, la dulce sensación de calidez de aquellos momentos la interrumpió el viejo músico cuando mientras guardaba su violín nos espetó a vivir el momento, un “carpe diem” particular que en cierto modo tenía mucho de profético, cuando traté de darle unas monedas me contestó algo que hoy, veinte años después, aun me inquieta, -yo tenía que tocar para vosotros, hace muchos años que lo sabía- nos dijo esto con una solemnidad tal, que por un instante le creímos a pies juntillas, luego más tarde llegaríamos a la conclusión de que solo se trataba de un pobre loco y dejamos de pensar en ello, hoy sin embargo prefiero pensar que nos cruzamos con un ángel que en cierto modo justificó nuestra inconclusa historia de amor.
Al final de la calle volvimos al bullicio de la ciudad, "el paralelo" de 1984 era una especie de gran escenario en el que cabían toda clase de tribus urbanas, en un espacio de veinticinco metros podían convivir el bar mas barriobajero con un "molino rojo” reluciente aunque dormido, y sobre todo con la gran "estudio54" cuna del tecno y templo para el estudio antropológico de toda una década.
cuando entramos en estudio, nos recibió “franky goes to holliwood” con su “relax”estruendoso, acompañado de una explosión de luz y fantasía, el local estaba repleto y aunque ya estábamos un poco piripis nos tomamos un par de cubatas más en la barra, fue entonces cuando se me ocurrió una estrambótica idea, la reté a jugar conmigo al escondite allí mismo, y ella, que estaba tan loca ó tan borracha como yo, aceptó encantada, la tocó esconderse y tras contar hasta cien emprendí mi búsqueda, elegí arriesgarme y comenzar a buscar por arriba, las escaleras estaban tan concurridas como el metro en hora punta, el piso elevado regalaba una panorámica aun mas gótica del escenario, estaba compuesto de pequeños reservados en los que las parejas retozaban a gusto, en uno de ellos encontré por primera vez a una pareja de lesbianas besándose, la verdad es que la escena me causó algo de estupor porque eso estaba a años luz de cualquier cosa que hubiera conocido, enseguida dejé de pensar en ello ya comenzaba a echar de menos a mi preciosa compañera de juego, de pronto la descubrí agachada a unos metros de mi, me hice un poco el loco para hacerla ver que aun no la había visto, pero entonces el diablo me insinuó una retorcida idea, entablé conversación con la primera chica que encontré, mi pobre amiga se descubrió al instante y yo aproveché su desconcierto para cazarla y así ganar el juego, ella tras darme una bofetada, me besó mas caliente que nunca, llegó un momento en el que ya nos agobiábamos y salimos de nuevo al frío de la calle que ahora si que estaba vacía de verdad, nuestros pasos sonaban con la cadencia de una semana santa en Sevilla, pero en un segundo rompí la solemnidad, dos litros de cerveza comenzaban inoportunamente a pedir auxilio justo cuando transitábamos por la calle mas lujosa de Barcelona, no me lo pensé dos veces tras pedirle que me hiciera de parapeto y en medio de un ataque de romanticismo dibujé un corazón con mi agüita amarilla, ella me llamo guarro pero a la vez me rogaba divertida que no me la guardara, yo por supuesto no la hice caso aunque debido al frío no había demasiado que esconder.
Era ya muy tarde y nos enfrentábamos al dilema de que no querer separarnos, ella lo solucionó pronto, pensó en una buena amiga que nos ofrecería una cama, y en efecto así fue, aunque con alguna leve modificación, la chica tenía invitada en casa a otra pareja que como buena samaritana también había acogido, por lo tanto nuestra cama iba a ser una colchoneta tendida en el suelo, eso sí con mil mantas, yo ya estaba decidido a acostarme vestido cuando ella tomando la iniciativa se despojó de sus pantalones dejando ver unas dulces y sugerentes braguitas de algodón muy pegaditas a su intimidad, aquel cuerpo era bello y provocador y en cuanto ella se acostó a mi lado me dejé llevar por la pasión del momento y mientras nuestras manos descubrían nuevos mundos todo nos comenzó a estorbar hasta que quedamos piel con piel, a pesar de estar en pleno invierno y estar prácticamente desnudos disfrutábamos la sensación térmica de una playa en canarias
Cuando una parte de mí regó las puertas de su sexo nos quedamos un buen rato sin decir nada, únicamente fundidos en un abrazo con vocación de eternidad, jamás he comprendido como fue posible que ninguno de los dos hablara ni una palabra sobre el pasado o el futuro, es como si hubiéramos aparcado la vida para vivir plenamente aquel regalo del cielo.
Ya eran las siete de la mañana y no teníamos mas remedio que interrumpir nuestro abrazo, ella debía volver a su casa y yo aun no sabía que iba a hacer hasta que llegara el atardecer y volviera a verla, nunca me ha gustado el amanecer, es frío y me recuerda a la muerte…
fue después de la despedida cuando ocurrió algo que cambió el destino de ésta historia para siempre, al entrar al cuartel para desayunar me topé de morros con el sargento guerrero, un perro de presa que en cuanto me vio iluminó su rostro para seguidamente vomitarme con saña, que al día siguiente partía “voluntario” havia Viella para un cursillo de cursillo de esquí, sus palabras dinamitaron mi corazón, pero éste personaje era un pedazo de animal y no admitía ningún tipo de discusión por eso mi única opción fue el silencio del asentimiento...
Aquella tarde ella no acudió al lugar de la cita, eso aumentó aun más mi amargura pero decidí entrar en la disco por si acaso la veía, y así fue pero al dirigirme hacia ella su amiga me detuvo explicándome que el novio había vuelto por sorpresa pero que ella mas tarde hablaría conmigo, desconocía por completo que aquel gigante también estaba en el servicio militar, si lo hubiera sabido probablemente esta historia jamás hubiera nacido,
Como bien me dijo su amiga ella vino a mí casi al final de la noche, no pedí ninguna explicación, la verdad es que no procedía, salimos de la disco mientras yo la miraba a sabiendas de que iba a ser la última vez, solo me quedaban dos meses de mili y los iba a pasar bajo el frío de Viella.
Se lo dije enseguida, ella se mantuvo callada unos segundos y después me abrazó, en ese momento me sentí cercano y alejado de ella al mismo tiempo, hacia frío y nos refugiamos en un portal, en él nos besamos como si fuera la única forma de mantener unidas nuestras almas, de pronto llegó un último sobresalto, apareció su amiga con aspecto preocupado avisándola de que el novio la estaba buscando, no nos dio tiempo de nada más, ella salió precipitadamente y yo me quedé a solas con mi desolación, me parecía imposible que todo acabara así, sin un adiós…..
Remonté la calle y sin ningún tipo de recato comencé a llorar, era la primera vez que me sentía como un niño perdido y asustado en Barcelona, no había andado demasiado cuando cerca del cruce de caminos escuché una carrera veloz, al volverme la vi a ella con el pelo lleno de nieve y respirando con dificultad, ella lloraba al igual que yo, no podíamos decir nada, y mientras nos abrazábamos intentaba retener su rostro en mi memoria aunque hoy mi alma solo recuerde su calor, tras un beso que pareció eterno, nos miramos y sin decir una palabra nuestros corazones tomaron rumbos diferentes, entonces en aquella fría noche mientras se desgarraba mi corazón, y sabiendo que no debía mirar atrás, comenzó a morir mi juventud.......
Y hoy cuándo tras veinte años su recuerdo vuelve a mí, compruebo con el alma encogida que he olvidado el nombre de mi querida desconocida.
Al partir, en aquél cruce de caminos
Nos dirigimos hacia realidades distintas
No debí girarme pero lo hice, y ella también
Los dos vimos nuestras lágrimas y no dijimos nada
Nos fuimos sin más………….
Diciembre de mil novecientos ochenta y cuatro,
A mí querida desconocida sin nombre….
José céspedes balongo
Cantabria(españa)
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