Era una época de paz y sosiego, una época perdida en el tiempo y la remembranza de unos pocos lugareños tan viejos como el lugar en cuestión.
Estos lugareños, eran un clan muy cerrado, que no conocían a los foráneos. Para formar parte del clan, no bastaba con tener un hijo con uno de ellos. Se reunía el clan mayor conformado con el cacique del lugar, y sus lugartenientes los que te hacían pasar una prueba realmente dura, hasta para los más corajudos. Los que no la pasaban directamente no entraban.
La montaña cubría todo. La ciudad una fortaleza amurallada. Dicen los más entendidos que más allá de “Las Rocallosas”como dicen al enclave del terruño, existe un mar tan azul como el cielo más cristalino, que alguien haya conocido.
Y hablando de tiempo, este fue pasando y pasando, hasta que las villas pasaron de ser villas a pueblos y los poblados de vecindarios a ciudades. El sitio aislado por la montaña y el mar conspiraban para que el hermetismo perdurase por siempre jamás.
El pueblo era la cuna y los lugareños sus habitantes. Así como el traspaso cultural entre padre e hijo, hermano a hermano, familiar a familiar se fue dando, los habitantes de la patria conformaron con el pasar de los eones una cultura propia y definida.
Existía una valla natural entre la sociedad conformada por el clan de los lugareños tan monolítica como los “Murallones del Oeste”, que caían a pique como esculpidos por un gran cuchillo.
Pero el tiempo sabe esperar, y éste da tiempo a que las cosas cambien de lugar. Juan se caso con Clara. Esta tuvo a luz el primogénito cuyo padre no era el padre sino el primo.
Fue una estación dura la que vino. El caos reinaba por doquier. Duro tanto el lapso que ni siquiera este lo recuerda.
Habría que desempolvar libros muy antiguos, tan antiguos como el período mismo.
Las familias luchaban entre si, con tanta pasión como otrora se hacía el amor, La anarquía y el caos parecían subsistir juntos. Fue una época infame.
El incesto no era perdonado. Pasaron años, décadas y éstas calmaron las aguas y las cosas comenzaron su lento devenir hacia fases más calmas. La paz, palabra largamente olvidada cada vez comenzaba a adquirir más fuerza. La paz reinó.
El terruño dejó de ser el terruño. El país cambió y eso trajo cambios. La gente pasó de clan a una sociedad totalmente integrada con el medio que siempre lo rodeó, que por siempre existó. Vinieron cines, discotecas, juerga por doquier, shoppings.
La integración del pueblerío fue más y más. Surgió la liberación del sexo supuestamente débil. Ya la librería de Don tomás dejo ese nombre ahora le dicen “Don Tomás bookstore, su librería”. El mercado del pueblo, aquel que por las épocas tumultuosas de las luchas entre las familias que fuera totalmente devastado, aquél que en épocas pasadas iban y venían los lugareños para comprar y vender de todo pasó a ser llamado “Marquet Place Center”. |