Cansado por el largo rato que llevaba manejando, decidí parar en un hotel al costado de la ruta. Dejé el auto en el estacionamiento y fuí hacia la conserjería. Suena el teléfono, el conserje atiende y recuerdo que deje olvidado mi celular en el coche. Tome la decisión de ir por él; algo me inquietaba y no sabía qué.
De lejos noto movimientos extraños en el vehículo. No alcanzo a distinguir de qué se trata. Al llegar veo a una persona dentro: era una mujer.
El cansancio me había puesto de mal humor. Esto hizo que reaccionara con cierta vehemencia. Intenté abrir una de las puertas, pero estaban cerradas con llave. Cómo esta mujer había ingresado allí, no lo se. Tampoco me detuve a pensarlo demasiado. Sentí que debía llamar a la policía, pero no lo hice. Creí conveniente escuchar con que excusa explicaba la situación…Aunque también pensé que podría haberse colado en la parte trasera del auto cuando me detuve a cargar nafta y comprar cigarrillos…acaso solo necesitaba un aventón.
Algo me intrigaba y me seducía de la mujer. Era como sentirse atraído por lo desconocido. La incertidumbre de sus razones, excitaban mi curiosidad. Pregunte “que hacía dentro” y mirándome a los ojos “te esperaba” me dijo. Aquellas palabras me desconcertaron y sentí vulnerabilidad.
No sabia aún qué hacer con ella; de modo que la invité a quedarse conmigo. La mujer aceptó.
De vuelta en la conserjería, pedí una habitación y algo para cenar. Me dieron la numero 48. Cenamos, tomamos unas botellas de vino…
En el ambiente se podía percibir una gran paz. El silencio, por momentos, era cómplice de nuestras palabras; las miradas hablaban y los gestos daban un guiño a nuestros deseos. La conversación siempre fue fría. Ninguno decía más de lo que el otro proponía. Era todo muy raro, enigmático, diría casi hasta incomprensible.
Sin demasiada vergüenza, tome unas de sus manos. Acerqué mi rostro al de ella y la besé. Su belleza era una tentación permanente. Con lagrimas en los ojos dijo que “jamás la habían besado con tanta pasión. Que si esto le hubiera ocurrido antes, su vida no habría sido tan infeliz.” Y que “la resignación muchas veces es el camino hacia la felicidad.” Pregunte por qué hablaba de ese modo siendo una mujer tan joven con mucha vida por vivir. “Ya lo comprenderás. No todo parece ser como es”, me dijo y me beso. Hicimos el amor toda la noche. Fue algo increíble.
Eran las 4 de la madrugada. Me había quedado dormido. Cuando desperté ella ya no estaba. Revise mis cosas, pero todo estaba en su lugar. Sólo una tarjeta identificatoria estaba tirada sobre la alfombra. Esta pertenecía a una psicóloga: María Cristina del Valle era su nombre. No se por qué motivo la guardé. Sólo se que tomé mis cosas y fuí a la conserjería. Pregunté si alguien había visto salir a la mujer que estuvo conmigo y nadie, absolutamente nadie pudo responder con certeza mi pregunta. Es más, ni siquiera me vieron entrar con ella. Antes tantas respuestas vacías e incoherentes, decidí seguir camino y descansar definitivamente en mi hogar.
Llegue a eso de las 6 de la mañana. El cansancio, sumado a la noche movidita que pasé, me tiró a la cama. Cerca del mediodía desperté. Fuí hacia la cocina; abrí la heladera; me serví un vaso de leche fría y me senté a leer el diario, que extrañamente estaba abierto en las páginas de sociales. Una foto me llama la atención. Miro bien. La fotografía era de la mujer con quien pase toda la noche… María Cristina del Valle… 3er. aniversario de su fallecimiento.
|