“Soñé un día, que la vida era diferente. Todos ya no éramos los mismos. Que esos momentos vividos duraban hasta la eternidad. Que esa sensación, esa extraña sensación de soledad, era borrada de mi mente. Esas largas noches de reflexión en mi cuarto, me otorgaban las respuestas a mis interrogantes. Esa luna, esa amarga y nostálgica dama blanca, bañaba hasta los lugares más sombríos.

Al frente de mí, una sombra, extraña, vigilante como si cuidara cada uno de mis pasos. Se acercó y me cubrió con su manto ennegrecido. Por escasos minutos dancé en la obscuridad, en donde blanco y negro mimetizaban perfectamente. Esa extraña sombra me trasladó a parajes inimaginables, conocí el abismo, la eternidad, lugares de los cuales no deseaba regresar.

Pero el sueño debía finalizar. Más de la sombra nunca me despedí, ella, mi imaginación nunca se apartó… además, me trasladó parajes inimaginables…”