VIAJEROS XVIII
Viajero: otra ciudad se cruza en mi camino. Hay niños en la calle jugando juegos extraños, riendo, tomados de la mano. En las esquinas, grupos de mujeres conversan animadamente, las bolsas de las compras colgadas del brazo y niños pequeños tomados de sus polleras.
Hombres serios, lúgubres casi, juegan a los dados, a las cartas en sucuchos, forrados de terciopelo, que dan a la calle.
Tiendas de mercaderes se alinean en una plaza que parece ser importante. Gente corre entre los tenderetes, animales y humanos se entrecruzan en una maraña informe. El ruido todo lo supera. Los gritos, llantos, risas destempladas.
Viajero: todo es un paisaje. Giras entre la gente, ruedas entre las tiendas y el tiempo se desvanece en tus manos. Se escurre por tu cuerpo mientras caminas sin prisa entre el gentío que penetra en tus huesos. Música de guitarras y címbalos inundan la plaza. Buscas con la vista el origen del sonido y caminas, caminas. Eres empujado, orientado en el correr por otros cuerpos que te guían.
Viajero: llegas hasta un anfiteatro de piedra y te asomas a ver el maravilloso espectáculo de danzas y sones. Vibras con los cuerpos, al unísono, al compás. Te unes al pueblo en el danzar y sientes que la música ha entrado a formar parte de tu vida. La música resuena en tu cabeza y es una experiencia única, esa libertad total en al que tu cuerpo baila naturalmente mientras tu mente se une al todo. Solo se busca un movimiento perfecto. Todos buscan lo mismo: vibrar.
Viajero: únete al mundo con la danza y el canto. Disfruta la vista de la ciudad y a la noche retírate. Retírate a la soledad del desierto nocturno y siente el frío de la espera. Una mujer se acercará a ti. Pero al amanecer quizás no te acompañe ya.
Viajero: disfruta el tiempo, la soledad, el cuerpo de la mujer y luego...descansa. el viaje es largo.
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