VIAJEROS XVII

Viajero: eres tu primer amor. Tu único amor. Tienes que ser eso. Debes amar el recorrido de la gota de agua que surca tu cuerpo cálido. Debes amar ese día infame en que fuiste humillado y no supiste como responder. Debes amar también tu huella en la arena. La redondez de tu ombligo, la tiniebla de tus ojos, la suavidad de tus manos cuando fumas y declaras que eres tú el que decide que camino ha de seguirse.
Viajero: el camino te pondrá constantemente frente a ti mismo. Deberás responder a las mil pruebas que te hará el camino para conocer tu idoneidad. Entonces debes amar y para eso debes conocer. No se ama lo que no has explorado, recorrido, tocado, ansiado. No amas lo que no te duele.
Viajero: tu cuerpo es magia desencadenada. Es un torbellino apasionado que debes controlar, que debes soltar para que pueda escapar.
Viajero: tu cuerpo es un instrumento de placer, un grito en el medio de la selva. Tu cuerpo es oro, vale. Cuídalo tanto como a tu mente. Obsérvalo, observa sus ciclos, sus retraimientos, sus desbordes. Mira y recorre sus rutas secretas, piérdete en las sensaciones de tu cuerpo. Obsesiónate por él. Respétalo como a tu dios. Entiéndelo como entiendes tu alma y tu mente. Descúbrelo.
Viajero: el viaje es interior hacia tus huecos, hacia tus rincones. El fin es que conozcas de que material está compuesto tu ser incomprensible.
Viajero: aprovecha las noches de lluvia, para entrar en ti y buscar tus nudos. Ámate en cada ciudad. Conócete en las ruinas de los suburbios. Piérdete y vuelve a encontrarte. Búscate incansablemente y cuando lo hayas hecho vuelve a perderte.
Viajero: buena suerte. El camino del amor es único y personal. Primero antes de amar a nadie debes amarte. También esto me fue enseñado por un incansable viajero del tiempo.
Viajero: nunca dejes de viajar.