Un mechón de pelo rebelde le caía en la frente; mientras sus ojos clavados en la pantalla del televisor seguían atentos las fantásticas peleas del videojuego de moda; así había pasado, Chikan, gran parte del verano, entre el fulbito en la cancha de cemento en las mañanas, el básquetbol en las tardes, y en la noche los videojuegos en la tiendecita de doña Carlota. Salía de su casa a las seis de las mañanas para el clásico partido entre el barrio de Los Cipreses y la urbanización de Los Héroes, él hacia de aguerrido defensa y capitán del barrio de Los Cipreses en aquellos épicos encuentros, a pesar de no ser el mejor jugador, más bien ocupaba el privilegiado sitial por ser el más astuto. Agotado; contento, si ganaba, o triste por la derrota iba a su casa al mediodía, ahí le esperaba un austero almuerzo y la cantaleta de su madre “en vez de estar de vago dedícate a estudiar”; mostrando un falso sentido de culpa cogía algunos libros, que sus hermanos mayores dejaban regados en la casa, y fingía su lectura hasta las tres de la tarde hora en que se iniciaba los encuentros de básquetbol, que a diferencia de los de fútbol se jugaban de forma individual o en dueto, él siempre tuvo más talento para este deporte a pesar de su baja estatura; luego, al anochecer, se encaminaba junto con otros amigos hacía las maravillosas imágenes interactivas de violencia; héroes y villanos obedecían a sus ágiles movimientos de dedos en una coordinación casi imposible de ojos y manos.
Esta rutina de diversión se vio interrumpida por tres acontecimientos imprevistos. El primero de ellos fue semejante a una aparición, una imagen divina, una niña, una mujercita preciosa de cabello rizado, rostro del color vivo del bronce y naricita delicada, la vio montada en una bicicleta, que para él siempre será un gallardo corcel, cuando fue a buscar la pelota de fútbol pateada por un mal delantero, ésta rodó caprichosamente hasta sus ruedas, se quedó embobado viéndola y ella le dio la sonrisa perfecta de una pequeña diosa; desde ese momento no pudo borrar aquella figura de su mente el resto de su vida. Trato de averiguar todo lo que pudo de ella, consiguió la información gracias a Marcos, un vecino como de su edad que hasta ese momento no se contaba entre sus amigos por ser torpe para los deportes y mal alumno en el colegio; pero que debido a su lengua ligera y a vivir al lado de la “bella niña” fue admitido como un compañero entrañable, siempre y cuando trajera las últimas revelaciones de su adorable vecina.
- Le dicen Mati, vive con su joven tía, es de otra ciudad y esta aquí por las vacaciones.
- Gracias Marcos, no sabes como te agradezco esos datos.
Tendría que escogerlo para jugar en su equipo y ayudarlo en el colegio; pero eso ahora no le importaba. |