No puedo evitar sentir su maldita presencia, sobretodo las veces en las que llego tarde. No sé de donde sale, no sé porque sigue aquí, espiándome. Desde una esquina de la ventana, me está vigilando. Sabe que me fastidia. Pero parece ser eso lo que más le emociona. Tan sólo me está dando una visita, recordándome su presencia. Y de vez en cuando dejo entrar aire, entra y sale, no tiene que estar justo a mi lado para hacerme compañía. Pero sólo el saber que no me deja abandonar la habitación me exaspera, casi tanto como el ensordecedor sonido de sus alas. Malditas alas, que sin ser un ángel lo dejan volar, que sin ser blanco lo dejan dominar mis desesperados intentos de acabar con él. Maldito, rojo, vigilante, espía, manipulador. Y perverso sigue volando, dejándome saber que ni el sol lo va a hacer desvanecer. Y maldito, sigue haciendo sonar sus alas, para hacerme recordar simplemente, que me está esperando... |