Mi sangre corre por los valles, entibiando tu mirada insomne; latiendo en mí, como un manantial que devora al cielo entre sus fauces. Cruzo las fronteras de tu piel y mi deseo, en un enjambre que rosa con la muerte y el espasmo. Te extraño; robo el anagrama de tu ojos que vibra con mis vísceras; como una conjunción de cisnes, danzando por mis sales. Me abro a ti; desciendo tenebrosa para hallar lo indemne del amor; para resucitar el soplo de tu piel, que pende dentro de la mía. Y desfalleces en plegarias, gimiendo al borde de mis labios; rondando las alas de mi ser, que se enmarcan en tu vida; para moldear el universo de mis sombras, en un gesto de tu piel. Me extiendo ante tu boca derramada en suspiros; brillante; duradera; como una pendiente de sueños que agita mis perfiles, bajo el tinte oscuro de tus dedos.

Ana.