Anochece, es viernes, y las primeras gotas del chaparrón anunciado, presagian un fin de semana de muchas películas y reuniones con amigos en casa.-
Al llegar a la esquina, Juan observa la oscura ventana del tercer piso con la esperanza de que ella ya hubiese llegado a casa. Pero ella, todavía tenía varios asuntos pendientes en la clínica donde invertía mas de diez horas por días por su vocación por salvar vidas. Y el se sentía muy orgulloso de ello.-
Al subir los peldaños de las escaleras, sintió que el cansancio de la semana le pasaba factura y al llegar a la puerta de su departamento tardó algunos segundos en recobrar el aliento. Acto seguido extrajo las llaves, abrió la puerta, encendió la llave, colgó el abrigo y se dirigió directamente a la heladera.-
Juan esperaba su llamado, así sabría si esa noche tendría algo preparado para ella, junto a esa botella de vino que nunca podría faltar en su mesa. Sin dejar de pensar en ello se sumergió en un baño que duró casi una hora.-
Al salir, decidió ordenar sus ropas, y dejar en estado presentable aquel hogar, en el que no parecía a simple vista que una mujer alojara....
Ella, entretanto, estaba deseosa de salir del trabajo, como pocos días, sabía que le esperaba una comida caliente y el plan de ver una película entre los brazos de su amado era el mejor plan que le podía proponer ese húmedo viernes de agosto.-
Su vida era bastante sencilla, se desvivía por su profesión, y se entregaba totalmente por su amor, llamaba a las cosas por su nombre y se podía asegurar sin temor a equivocarse que a través de sus ojos podía verse el cielo.-
Juan decidió que iría a la clínica a verla y ella pasó los últimos quince minutos de su turno esperando que el reloj llegara a las 22:00 hs.-
Al llegar a la esquina Juan se detuvo, el siempre esperaba ahí su salida, sentado en uno de los cómodos bancos de aquella florecida plaza frente a la cual se encontraba la puerta de la clínica de donde saldría su amada.-
Por fin, a las 22:05 ella se asomó por la puerta y buscó con la mirada, hasta que al fin lo vió, el estaba parado contra la puerta de acompañante de su lujoso auto, y tras fundirse en un tibio abrazo cargado de besos de cotillón, subieron al auto con rumbo indeterminado.-
Juan se quedó observando la situación a varios metros de distancia, con la secreta esperanza de que ella al bajar algún día aquellas escaleras, desvíe su mirada hacia él, le regale una mirada y tras un abrazo que podría durar un siglo, busque refugio en su pecho, y juntos de la mano partir hacia su hogar, donde una cena caliente y una botella de vino, hacen años que esperan por ella.......
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