La señorita Potts obligaba a todos los niños a descalzarse al llegar de la escuela. Luego los azotaba tremendamente.

El profesor Timp ojeaba los trabajos de sus alumnos y pellizcaba sus oidos cuando éstos armaban alboroto.

La oscura mente del doctor suicida fue objeto de estudio durante tres angustiosos meses.

El retrato que colgaba en el recibidor probocava convulsiones y desmayos entre las visitas.

Los cuentos del señor Astazur devolvieron la sonrisa a cientos de niños nauseabundos.

La mirada hilarante del personal de atención a desvariados chocaba fuértemente provocando calores y situaciones violentas entre los atendidos.

Los senos de la joven estudiante fueron parcialmente mutilados una noche en un concierto de soul.

Los libros de la señorita Finger narraban sucesos escandalosos y a menudo contenían información desconocida para las autoridades.