Después de mucho tiempo, Alegría regresa al puerto. Roberto, sorprendido, abre sus brazos. Ambos se quedan en silencio. Extrañeza, extrañamiento. Extraños que se extrañaron durante tanto tiempo. Hablan los cuerpos mientras ellos quedan enmudecidos. Tal vez tristeza, tal vez misterio, tal vez el final de un extenso cuento. Tal vez, sólo tal vez, el encuentro o el desencuentro.
Fue muy fácil para ti, amada Alegría, dejar caer tu cuerpo sobre mí. Miles de besos que nos dimos, miles de besos que pensé no nos daríamos. Pero ahora, después de tanto tiempo, estás aquí. Acaricias mi pecho lampiño, un poco envejecido, incluso maldito por los vientos y los tiempos que no estuvimos. Tus manos, pequeñas y heladas, me cuentan de tus noches ausentes de lamidos, de palidez, de ternura. Y el silencio, todo el silencio que nos separa ¿Realmente eres tú? Amada Alegría, cuánto te extrañé y te sigo extrañando, mientras me siento extraño debajo de ti. Te quise y te quiero tanto que no sé qué hacer con ese pequeño cuerpo tan deseado, tan distinto ahora, tan lejano. Quisiera creer que eres la misma, que siempre fuiste mía, que me sigues siendo fiel. Quisieras creer que eres mi añorada Alegría, la que motivó tantas lágrimas, tanto vacío, tantas despedidas. Te soñé, te supliqué que volvieras. Y ahora, después de tanto tiempo, estás aquí ¿Realmente eres tú? Amada Alegría…
… te toco, te miro, te siento y pienso en los errores que cometí. Haberme marchado, haberte dejado, habernos sometido al desenfado de haberme alejado muy a pesar de ti. Busqué un sueño y no lo encontré. Entonces supe que el sueño eras tú, que estabas tan cerca de mí. Por eso volví mi querido Roberto, volví por ti y para ti. Pero ahora te miro, te toco, te siento y pienso que ya no eres el mismo. Así no sonaban tus gemidos. Tu saliva sabe distinta, al igual que tus lamidos. Te recuerdo acariciándome con otro ritmo, perfectamente coordinado, plenamente conocedor de mis gracias y desgracias. Ya no eres el mismo querido Roberto. Tal vez la diferencia en esta cama sea para mí ¿Sigues siendo tú? ¿Seguiré siendo yo? No entiendo el por qué de la extrañeza. Somos otros, par de desconocidos que se encuentran, que se quedan en silencio y que tratan de reconocerse entre el candor de las lágrimas, del sudor, de la leche caduca y la frustración. Volví por ti y para ti. Aquí estás, debajo de mí. Sin embargo, no te puedo encontrar. Seguramente ya te perdí. Querido Roberto.
Después de mucho tiempo, Alegría y Roberto volvieron a dejar entre las sábanas cualquier tema de discusión. Sólo el silencio pudo albergar tantos años de desdicha, de culpa, de separación. Sus cuerpos, extraños y extrañados, reconocieron la realidad. El desencuentro. Pero entre Alegría y Roberto, ahora sólo queda el silencio, el recuerdo, el remordimiento y la frustración. |