Como si se soltaran de pronto las notas del descanso de los árboles. Canta y dibuja un camino lleno, para esta gente colmada de nervios que grita por dentro tantos llantos... En esta plaza de cuentos dormidos que entreabren los ojos para ver quién les lleva el silencio.
Despacito va el ritmo de la guitarra que mi pecho sostiene, para entonarle a mi amado la canción que sigue durmiendo y soñando. Un poco muda, pero suena quizá como un susurro estremecido...
Más despacito van sus manos dentro de mis manos, cerrando puños para contener y retener.
“Si puedo
te guardo un beso
en el secreto de mi espera
y de mi olvido.
Así lloverán las estrellas
cuando recuerdes.
El beso se vuelve zamba
en nuestra guitarra
dulce y honda,
en nuestro íntimo jadeo
de quejas y abrazos.....”
Hoy comprendí la quietud de los puentes que unen dos mundos. Y observé cuán ausentes están cuando mas necesarios son.
Pero hasta la quietud llena de adioses al amor, y el amor sólo, se llena de adioses...
Hoy comprendí cuán distantes somos de nosotros mismos y de cuanto sobrepasa el largo de nuestros brazos.
Hoy me busqué para encontrarlo y amarlo profunda y dulcemente. Para que me encuentre en esta forma de aire y desierto, de árbol y cielo estrellado...
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En el silencio, senté a mi cuerpo a mirarme un poco a los ojos.
Enmudeció mi mente, y salió el grito mas claro y sincero. Cuando calló mi alma la soledad me calmó, en todos mis rincones y escondites. Y descubrí tanta música nueva…
Fui a regarle el pecho de canciones que mis ojos sollozaban, humedeciendo sus sábanas y observando su boca bajo mi cielo estrellado, entreabierta, acariciando y desenredando miedos de a poco, entonado y lleno…
Solté la guitarra, seguí cantando, pero mas tímidamente. Le rocé la mejilla con mi cerro despojado y me mordí el labio para producir así, el vacío más caluroso y tierno que jamás haya oído.
Seguí hacia abajo con mi boca y nos encontramos enteros como pájaros solitarios… musitó alguna duda pero le abracé las palabras…
Caímos juntos en un vacío de eternidad instantánea, en un instante eterno, sí... sólo ese instante. Distinguí sin mirar cómo nuestras sombras se iban volviendo cada vez más seguras, oscuras y definidas, y comprendí que afuera, el sol espiaba a la luna, y ella, ofendida, escapaba rápidamente. Temblé.
Terminé por besar por última vez su cuerpo vencido en mi imagen, como en un cuadro al que la lluvia desfigura…. Y la luz abrió bruscamente mis ojos, como si se soltaran de pronto las notas, hermosas notas del descanso de los árboles. Lloré añorando su olor en la sábana mojada…
“Si puedo
te guardo un beso
en el secreto de mi espera
y de mi olvido.
Así lloverán las estrellas
cuando recuerdes.
El beso se vuelve zamba
en nuestra guitarra
dulce y honda,
en nuestro íntimo jadeo
de quejas y abrazos.....”
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