Yo amé a los niños. Sí, los amé, pero no de esa forma que están pensando no, de la otra.
Ahora sólo los odio. Me producen una extraña sensación, una cosa que me oprime aquí, entre el pecho y la panza, un flato alto, como diría mi amigo el príncipe. Sí, yo tengo un amigo príncipe. No, no es Felipe, es Fernando, sí, el príncipe del Perú, Tierra Firme y Chile por la Gracia de Dios. ¿No os suena? Es que me le mataron, por príncipe y... porque parecía de la otra acera. Su padre vendía aceite y él lo iba regalando a todo el mundo, vamos que lo perdía... que perdía aceite. Bueno, como decía, que no me caen bien, y eso que yo empecé en esto con niños, pero nada. Mi personaje más usual es el de niño pobre (que es mudo). Lo elegí para ver si con un poco de suerte los niños se apiadaban de mí, ya saben, por ser pobre y mudito. Todo lo contrario, es la excusa perfecta para acabar conmigo. Así que, al recibir la exclusión (por pobre) de los juegos, me especialicé en el trato con adultos. Es mucho más sencillo, lo único que hago es comer, casi me comporto com un perro, y casi, porque no voy cagando y meando en todos lados, ¡ah!, y tampoco chupo los zapatos, ¡qué asco!. Y los perros, al ser los mejores amigos del hombre (o eso dicen), pues yo, el niño pobre (y mudo) también lo soy. Llamo mucho la atención por eso, por estar más de dos horas seguidas sin decir ni "mú" ¡(¿y por qué tendría que decir "mú"? Ni que fuera una vaca!). Sí, soy capaz, y nadie se imagina que en la realidad hablo. En fin, cosas de payasos.
Una vez, me fui a la calle a pedir (la voluntad) y saqué una pasta (no era de la marca Gallo sino de Carrefour), lechuga del contenedor, y un chupachupschups o como sea, envoltorios de gominolas, una piedra, hielo, jamón... y dinero, mucho dinero.
Pues por si no tuviéramos bastante, hacemos un teatro de esos como los llama la gente, con niños. Yo siempre he querido conocer la cárcel, es un lugar que me produce mucha curiosidad, y allí tenía 19 billetes de ida totalmente gratis para visitarla. Con coches de lujo además y con sirenas y todo para llamar la atención. Y cada billete se acercaba a mí intentando convencerme para que le eligiera. Pero aunque estuve muy cerca, el tiempo se acabó y no me decidí.
Y un día me llaman por teléfono:
-¿Dígame?
-¿Soraya? ¿Eres tú?
-Depende, si llamas al móvil de Soraya, lo normal es que te lo coja ella, ¿no?
-Claro mujer, claro. Mira que.. ¿tú no hacías teatros?
-No, eso la constructora.
-No chiquilla, no me refiero a eso. Digo que si tú no hacías un teatro para los niños.
-Yo principalmente soy actriz. También hago cosas de animación infantil y de calle.
-¡Claro, eso es lo que te digo!
-¿Por qué lo preguntas?
-Es que necesito a alguien que sustituya a una chica para disfrazarse en un cumpleaños mañana. ¿Te interesa?
-Bueno, te haré el favor.
Ya he metido la pata. Salió tan bien, que me contrataron fija. Es un trabajo muy peligroso. Tengo que ponerme un disfraz de 1.800 €, ideal para el invierno. Es de cocodrilo, Indiana Bill se llama. Veo por la garganta, muy poquito, pero veo. Mi misión es sacar la tarta de cumpleaños, jugar con los niños y animar el centro de ocio. Me da pánico de pensarlo. Los niños, padres y abuelos se lo pasan de miedo conmigo, me pegan, tiran de los colmillos y la cola por supuesto. Soy como un santo de esos que se les tocan los pies, pues igual yo. Y paso calor.... mucho calor. La última vez, puse un termómetro dentro de la cabeza y marcó después de una hora los 43ºC, ¡dentro del disfraz! y eso que estoy en un lugar con aire acondicionado.
Qué dificil el mundo de los payasos...
|