LA DUDA
Los cigarros estaban en mi pantalón y lejos de la cama; ¡ que lata ¡ (pensé sin decirlo). Todavía tenía el corazón un poco agitado. Hacía tiempo que no tenía buen sexo; ese de buena calidad. Mi compañera accidental miraba al cielo escondida entre las sábanas sin decir palabras.
Al rato de silencio, se me ocurrió la típica pregunta que uno se hace después de; o mejor dicho, que la inseguridad me atrapó por completo, ¿habrá tenido un orgasmo esta mujer?. Todos somos engañados alguna vez, o siempre. No hice la pregunta, no estaba dispuesto a sufrir ninguna respuesta ambigua o determinante; el riesgo era alto. Personalmente yo estaba contento, pero ella ¿Qué pasaba con ella?. No sabía que cresta decir, ¿Qué se dice después de tirar?. No estaba acostumbrado a tener conversaciones con mis amantes ocasionales; a decir verdad hace mucho tiempo que no tenía pareja estable y no recordaba que decía; si es que dije algo en aquella época. Recordé que un amigo me había contado que uno sabe inmediatamente que una mujer ha tenido un orgasmo, si es que se queda dormida al rato de haberlo hecho; podía ser. Por otro lado, esta cuestión del sexo es como el fútbol, hay algunos que son buenos y otros muy malos. Por el contrario ella no dormía y no tenía intenciones de hacerlo, solo fijaba la vista en el techo de la pieza, como si hubiera encontrado algo que mi sensibilidad de hombre no era capaz de ver. Podrá pensar; que lata este loco, malo para la cama y aparte no dice nada. Opté por lo más fácil si no iba a decir nada, un movimiento corporal podía decir más que mil palabras. Me levante y fui a buscar los cigarros. Agarre uno y lo prendí. No sabía si ella fumaba y le ofrecí uno mostrándole la cajetilla. Ella me dijo que no. Al parecer me dolió ese no, porque cuando me acosté caí en la estupidez de preguntar, ¿Y que tal?. Craso error. Ella se hecho a reír y no callaba. Yo estaba rojo y fumaba como condenando sin darle respiro a ese pobre pucho. Después hubo un silencio, era imposible decir algo; algo inteligente. Me miró y me dijo: “tranquilo hombre, para ser el primero, estuvo bastante bien, duerme mejor que es tarde”. Luego se pesco de la sabana y se dio vuelta.
Que clase de respuesta es esa, pensé, como que si como que no, para ser el primero... No va más, mejor un respiro; no estaba para latas esa noche. En vista de las circunstancias, también me di vuelta y trate de dormir, pero no podía. No sé si era el colchón, que me parecía bastante blando o podía ser el calor; dormir con una mujer al lado no es muy cómodo para los acostumbrados a amanecer solos. Pero sabía que era lo de siempre. Finalmente, dormí tres horas, entre las cinco y las siete. Al despertar, me sorprendió que ella estuviera a mi lado, con su pelo desordenado y con la mitad del poto afuera; escena excitante me pareció, pero no daba para despertarla e iniciar el amorío. Mejor dejarla dormir. Me levanté sigiloso. Miré por el cristal de la ventana y eche a mis demonios a acostar. Fui al baño y fumé. Luego, me duché un buen rato y volví a la pieza. Ella ya no estaba, tampoco su ropa, solo se sentía su presencia y su olor; todo acabó, pensé. Así era, ya se había ido y yo volvía a mi rutina. Tratar de escribir algo para convencer a mi editor, y de cuando en cuando, buscar una mujer que me amara, aunque fuera por un instante.
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