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31/05/05

NEREIDA

La invisible mirada de una nereida resbaló por el espejo hasta ponerse a la altura del escritor. Este se debatía en silencio intentando trasladar al PC las dos hojas indispensables de escritura diarias.
Estaba tenso, sus ojos vagaban sin fijar la atención en nada. Ríos de palabras acudían prestos a socorrerle, sin embargo, las soslayaba. La situación se hacía penosa.

“El torrencial aguacero hizo que la joven esperase bajo el dintel del portal de la casa donde acababa de vivir uno de los peores episodios de su vida...” se le enrolló al cuello apretando... “Una luz diamantina abrió los ojos del niño en el despertar de tan drástica operación a corazón abierto”... le entró por un oído embozándoselo, de manera que sólo podía oír por el derecho... En filigrana de lazos de seda color pastel, los dedos se le ataban unos a otros entorpeciéndole el movimiento de teclear con... “Ante el destartalado escritorio, repleto de libros y documentos, Ignacio Zurbarán, abogado de gran trayectoria en la ciudad, desgranaba uno por uno todos los motivos por los que Luis Fenollosa, sentado frente a él, debía confesarse culpable de malversación de fondos públicos”...

La nereida se posó sobre su hombro, tan próxima estaba que le pareció oír un leve sollozo de impotencia. Se compadeció. Urdió una treta y la puso en marcha.

El ambiente de la habitación fue pasando de cálido acogedor a cargado bochorno. Se levantó el artista y abrió las puestas del balcón. El movimiento de apertura de los brazos fue aprovechado para que sus pulmones le solicitasen una bocanada extra de aire fresco de la calle. Abrió los brazos en cruz, cerró los ojos y se desperezó.

Alguna de las compuertas que contenía el calentón de cerebro se desmayó y salió un torrente de presión.
Él no se daba cuenta de lo que le estaba ocurriendo, pero su protectora amiga sí.

Todavía abotargado por las horas de concentración frente a las teclas, sintió un gran deseo de pasear o tomar un café en cualquier bar.

El aroma de café recién molido hizo que virase rápidamente en su dirección.

Le gustaba sentarse dando la espalda a la pared y así, de un vistazo, tener todo el bar controlado, como cow-boy en saloon, solo que él lo hacía por profesionalidad. De este modo podía imaginar historias pintadas en las caras de los personajes que posaban involuntariamente a su alrededor.

No llevaba tomado ni medio café cuando vio acercarse, decidida y sonriente, una mujer joven que hasta ese momento se mantuvo junto a la barra.
La mirada del escritor hizo todo un compendio de valoraciones durante los 5 ó 6 segundos que duró la travesía.
Sin preguntar se sentó frente a frente y, con la seguridad que le daba su rotunda belleza, le mantuvo la mirada durante todo el diálogo.

No lo tenía previsto. El escritor tenía suficiente con la observación ajena, pero en esta ocasión le sorprendió el atrevimiento de la chica.

- Ayer, sin esperarlo en absoluto, el amor de mi vida me enseñó un billete de avión con destino a La India, al tiempo que me decía que había decidido dar un giro a su vida.
Me dejó, en dos palabras.

Contrariamente a lo que sus frases explicaban, su seductor rostro no abandonaba la sonrisa acariciadora, la mirada dulce, los suaves movimientos de hombros.

- ¿Y? Contestó lacónico.

- Tengo una tristeza incontenible.

- No lo parece en absoluto.

- Si te mostrase mi interior quizás te asustases.

Estaba asustado ya, aunque se esforzara en disimularlo.
Aquel bellezón de mujer cuya expresión incendiaba por donde pasaba se le ofrecía sin más y esas cosas no pasan de manera natural, como cuando se nubla mucho que lo más fácil es que llueva.

- ¿Qué quieres de mí? Dijo al dejar la taza en el plato.

- Eres el primer hombre interesante que he visto desde ayer y esta vez quiero ser yo quien tome la iniciativa. ¿Qué podemos perder si nuestras almas no son gemelas? ¿Y si lo fueran y estaban esperando esta ocasión para unirse?

Tenemos mucho de nuestra parte para que salga bien.

- Dios mío, eres un tobogán cuesta abajo y sin frenos.
¿Cómo sabes que no estoy casado y con hijos?

- Me lo acabas de confirmar.
Pero no temas, no hay compromiso de tu parte ni de la mía.

Se vio atrapado, seducido, atraído desde lo más íntimo.
Miraba su boca mientras hablaba y sonreía, y sus labios se movían con la clara determinación de quien sabe que está pisando terreno conquistado.
Su proximidad física, su perfume sutil, delicado, ese movimiento de las manos armónico y sensual, sus dientes siempre en primera línea del frente en la batalla de la seducción, colaborando con los labios cargados de promesas de dulzura y ese escote mediano que ni da ni quita pero sugiere...

- Cerca del puerto conozco un restaurante muy íntimo donde los postres de la casa los hacen con recetas del siglo XVI.

- Nada me apetece más que un buen postre esta noche. Dijo luciendo el rostro más resplandeciente que vio jamás el escritor.

El restaurante estaba iluminado con las velas de las mesas y alguna que otra en la barra, cerca de la cocina. Verdaderamente era muy íntimo, aunque no toda la oscuridad que allí reinaba se debía a la imaginación del dueño del local. Esa noche servían ensaladas y postres de la casa. El inmueble había sufrido un apagón y los frigoríficos no funcionaban, por lo que no era recomendable servir marisco ni pescado, el calor podía haberlos alterado.
Era la única forma de que la nereida pudiera acompañarles en silencio durante la cena sin ver a ninguno de sus queridos animales marinos descuartizados en los platos.

Dejó que el entusiasmo le embriagase durante el trayecto hacia el restaurante y fue después cuando imaginó el nudo y desenlace de una historia verdaderamente interesante, la de una mujer joven y valiente que decide un día conducir su propia vida y enfrentarla con decisión.

La nereida les acompañó hasta que entraron en la habitación de él.
Se quedó en la puerta, sentada en el suelo y con una infantil y maliciosa sonrisa.



Para pintar una sonrisa en la cara de Anémona.

Texto agregado el 31-05-2005, y leído por 488 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
19-06-2005 Excelente. Un texto precioso con el que he disfrutado mucho. Está lleno de dulces imágenes y miradas, las descripciones son sencillamente exquisitas, como si una estuviera viendo un cuadro mientras le cuentan la historia que encierra. Seguro que hoy en día esa anémona sigue sonriendo al recordar este relato.Un saludo y todas las estrellas. claraluz
10-06-2005 Hermoso y encantador relato, que está plagado de imágenes. Me gustó mucho amigo mío y seguramente esa amiga que es Anémona estará feliz con tu obsequio y sonreirá muchas veces al releerlo. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
10-06-2005 Un bonito homenaje para una amiga que se lo merece de sobra. Y de seguro que se le ha pintado una sonrisa enorme en su rostro... gui
09-06-2005 hE DISFRUTADO LA LECTURA. tE FELICITO. Fíjate en los dos últimos párrafos, me parece que abunda en "Y" Con cariño Yvette NINIVE
07-06-2005 Una preciosura realmente... mis estrellas representan sonrisas... cantopea
07-06-2005 Muy buen texto, Anemona ha de estar muy contenta. Felicidades a ambos. Un saludo de SOL-O-LUNA
01-06-2005 jajajaja, me gustó mucho, eres un tesoro inigualable anemona
31-05-2005 Qué bien pintas, incluso los cuentos, y desde luego las sonrisas. Puedo imaginar la cara de Anémona a leer este fantástico cuento. Enhorabuena. entrelineas
31-05-2005 una maravilla que pintará más que una sonrisa***** india
31-05-2005 La ternura te caracteriza. Eres pintor y eres poeta. Una nereida que no solo pintará una sonrisa en el rostro de Anémona, sinó que también la guardará con mucho cariño en su corazón. Un beso a ambos. Felicitaciones. Shou
 
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