Hoy soñé. Con que los dedos de mis pies andaban libres, sobre la hierba fresca. Soñé con que un sopor de felicidad, con olor a jazmines, invadía mis pies, mis manos, mi vientre. Soñé que atado de mi mano, permanecía atada, una niña de veintitantos, y que su sonrisa era tan clara y transparente, que en ella cabía todo el mundo. Soñé que sus rizos (ahora que lo recuerdo no podría asegurar que su cabello no fuera lacio) se mezclaban con el olor a jazmines, y que la fragancia de su perfume, su aliento y la esencia de las amapolas (ahora recuerdo amapolas, miles de ellas desperdigadas entre la hierba) se unían en un efluvio de amor. Luego un asalto de vigilia me despertaría, acabando con la hierba, las amapolas, los rizos y las manos atadas. Eso sí... sigo oliendo a amor.