Hoy, delante tuyo me quedo, me instalo para cubrir tu miel de esas sombras que siempre te han perseguido. Me destapo cual pecho al viento para que las flechas de inquisiciones pasadas no vuelvan a tocar tu hermoso rostro y puedas despojar aquel miedo amalgamado que tienes en el alma, para que las heridas que dejarán en mí, aquellas armas de filos sangrientos, sean cerradas por tu lengua curandera y milagrosa, esa que has ganado paso a paso, que refresca mientras tu recolectas el elixir de la sabia cofradía. Permite que te eleve sin temor alguno, puedo retarme a duelo con la muerte si me eliges como el guardián de tus sueños abruptos, podría rodar en el aire y obsequiarte un rayo de fuego y te aseguro que ni la más párvula herida se estampará en mis manos guerreras, porque hoy tengo corteza capullada con el más duro de los aceros, para que duermas recostada en mi pecho, tranquila, para que en las mañanas de desvelo absoluto te envuelvas en mi aliento de rasgos obscenos y tiernos, sin que tus párpados reclamen una molestia, sin que la sangre que te abriga se vuelva escarcha. Prometo elegir un camino de despegue con escombros y humanidad rota para que el asombro del mundo que he esbozado para ti embriague tu cabeza y aliente tu corazón furtivo, permíteme decolorar tu raiz, teñirla con la hoz de mis brazos y aventarte a los dioses para que aceptes el desafío que impone la estampa de mi gallardía, para que te aferres de mi espalda lo más fuerte posible antes de sembrar vuelos, sin preocuparse del retorno, por que este pasaje tiene regreso y asiento reservado para que la oportunidad de la duda te de ventaja de arrepentimiento. Dejo la pregunta con línea punteada para que estampes tu firma y cierres el contrato sin avales ni esperanzas, sin vergüenzas ni conflictos, sin temor, sin temor de mi.

Ruén