6 de la tarde:

Enorie llega a casa, tras una agotadora tarde de trabajo, es psicólogo, tras arduas sesiones de paciencia como sesiones para sí mismo.

Se echó una copa de vino, se sentó en su silla como cada tarde y una vez tras otra se balanceo sobre ella. Observaba un atril con una sabana blanca que tapaba su contenido, si pensárselo dos veces se levantó decidido, y tiró de la sabana, era un hermoso cuadro, en el que se reflejaban varios paisajes que se unían en uno solo. Enorie se quedó observándolo, y se volvió a sentar sin siquiera apartar la mirada de la obra.

7 de la tarde:

A su lado reinaba la copa de vino vacío, translúcida, mojada por pequeñas lágrimas rojas del amargo vino. Enorie seguía observando el cuadro, absorto en él, y en su propia mente.

9 de la tarde:

Una lágrima se deslizó por su rostro, en ese mismo instante, del centro del cuadro parecieron moverse los contornos de las pinturas, se formó una silueta femenina en la que sólo se veía el fondo del blanco lienzo. En su rostro se reflejaba amor, ternura y añoranza. Se sacó una foto del bolsillo, como si la hubiera preparado de antemano, era él junto a una mujer preciosa de cabello rubio, ella llevaba un reloj, el mismo que Enorie llevaba e su muñeca, este marcaba una hora, las nueve y media, por la oscuridad del cielo, supuse que era de la tarde.
Enorie miró el reloj, las 9:29, observó la foto de nuevo y cerró los ojos, marcando un gesto de impotencia sonrió levemente, dirigió su mirada al cuadro. Alzó la muñeca haciendo que el ultimo rayo de sol de la tarde se filtrara en el reloj, 9:30, miró insistentemente la ventana, esperando encontrar algo, decepción fue lo único que halló. Apoyó su cabeza sobre sus manos, y sus codos sobre sus rodillas, poco a poco, en el suelo se formaba un charco de lágrimas.

Una mano se posó entonces en su hombro, Enorie sobresaltado se levanto de un impulso, no podía abrir mas los ojos, una sonrisa de oreja apareció en su cara, allí estaba, el amor de su vida, la mujer de sus sueños, la de la foto, la del cuadro.

Se quedo varios minutos observándola y la abrazó con todas sus fuerzas, sentía su aliento en la nuca, esta le dio un cálido beso en la cara, cogió la foto y la rompió en pedazos irreconstruibles, le cogió de la mano y juntos, formando uno solo, desaparecieron en la nada.

En la habitación sólo quedo la mecedora balanceándose, junto a ella la copa con lagrimas de vino y una huella de carmín rosa pálido, y al fondo el cuadro. Este había cambiado, ahora había dos muchachos enamorados, reflejados en un lago en mitad de la nada, y en sus propios ojos.


“Rey del silencio, alza la voz”
“ Rey de la nada,¿ dónde está tu cetro?”
“ Imaginación como bendición, invención como perdición”