** VERDADERA SOLEDAD **
Ha empezado la cuenta atrás, tres días tan solo y estaré de vuelta a la creo mal llamada “civilización”
He escrito en estos apacibles días o al menos e intentado escribir poemas a este mi espacio que tanto amo y en el que “la soledad” forma parte de uno de sus elementos... Ahora toca desmontar la parada del verano y dejar que mis árboles y los del entorno, reciban en soledad al otoño.
Micky, también lo recibirá en soledad, nadie, como le llamo a “mi espacio”, contemplará la belleza de ver caer las hojas y el bello manto que estas forman, nadie escuchará a Micky en su perpetuo llanto.
Y es así como yo analizo la palabra “Soledad”, esa sensación que todos llevamos dentro y que solemos usar a nuestra conveniencia.
Yo misma reconozco que mi soledad es sutil, hermosa y necesaria
para mí , a diferencia de otras “soledad” que para muchos es creo perpetua, pues nadie acude a su llamada, porque en realidad están verdaderamente solos.
Micky , nadie podrá escuchar tu llanto, pues no habrá nadie... así dejo mi amado espacio y a Micky , en verdadera soledad.
La soledad para aquellos que podemos dejarla aparcada para regresar a nuestras familias, a la calle concurrida, o a la llamada de un amigo, sólo es un relajamiento de nuestras penas, un escape para deleitarnos de nuestra propia lástima
La verdadera soledad es la de aquel que no tiene una familia, un amigo, una calle a la que poder salir, o un teléfono que descolgar en caso de desespero, la de aquel que grita su soledad y nadie acude, porque no hay nadie...
Hoy, ya en la ciudad, veré el mismo sol que veía en mi sutil
soledad de ese amado espacio, será el mismo sol, la misma luna...
pero serán distintos, me sentiré rodeada, asfixiada de edificios .
Este sol y luna, quiero que se queden aquí, con estos árboles, con Micky... es lo único hermoso que puedo dejarles. Un sol que les de calor, una luna que se deje ver entre las hojas y les ayude a dormir, a no sentirse tan solos...
“Dedicado al recuerdo de Micky, un buen y fiel perro que alguien que no merecía ser su dueño, lo dejó solo encerrado en una parcela cercada a la que era imposible acceder y a la que acudía un a vez al mes a vaciar un saco de triste pienso y ofrecerle sus gritos por las defecaciones acumuladas y hasta que en una de esas veces ya no fue necesario dejarle más de ese triste pienso”
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