Al ángel le han ardido las alas. Ya solo queda un montón de ceniza amarga, que solo trae recuerdos de dolor. Pero no quiero metáforas ni retoricismos, hoy no. Hoy que parece que todo se desmorona, hoy que parece que chocan en mi el cielo y la tierra, ese sentimiento de sentirse prisionero de uno mismo. De no tener cadenas pero no poder volar. Me acecha la tristeza en cada esquina, ¿ por qué no puedo disfrutar de mis sueños? ¿por qué el universo parece que ha decidido que mis sueños no son para este mundo? Anclado a una realidad que no me gusta, y que nadie parece compartir, y los que parecían vuelan o niegan haberla conocido. Y ello me reduce a una incertidumbre angustiosa, un no saber qué hacer ni que pensar ni que decir; cuando todo se vuelve amargo, como la ceniza, no queda más remedio que seguir caminando. Abandonar esa ceniza es duro, ya que he soñado que era parte mía, pero se ha deshecho, a ella no le importaba deshacerse; y si le importaba no me lo llego a creer, o no me lo quiero creer. Pero tengo que volver a andar, a perderme en los bosques de soledad, a velar las noches por mi y no por ella, porque ella ya no es, me ha enterrado y desenterrado tantas veces que ya no siento el dolor cuando paso de la vida a la muerte, todo es trámite, y a ella se le ha apagado la mirada, o si no, ya no me mira a mi. |