Sé que mañana vas a volver a rezongar porque el café está frío o demasiado caliente.
Sé que vas a murmurar que en esta casa todos se instalan en el baño y se olvidan de los demás, que tu hijo te usa las hojas de afeitar, que tu hija deja derretir el jabón en el lavatorio y que yo desarmé el diario y…
Sé que vas a regresar muchas noches a casa y me vas a besar a la ligera, descuidado y distraído.
Pero sé algo que me importa mucho más que todo. Sé que nunca más voy a llorar pensando que no me querés.
Sé que jamás se me van a cruzar ideas tristes de abandono y olvido, y hasta de deseos de agredirte gritándote:
“ Si te cansaste de mí dímelo porque no me voy a morir” y si me lo dijeras me muero, me muero de golpe y de una sola vez.
Y ahora ya no me importa que refunfuñes porque la perra te robó una zapatilla.
Y te digo más: hasta me voy a dar el gusto de reírme y burlarme un poco de vos y te vas a sorprender y hasta, seguro, me vas a preguntar:
“¿Qué te pasa que ya no te quejas de mi carácter imposible?”.
Y voy a volver a sonreír y voy a decirte:
“¿Sabes por qué? Porque tu carácter imposible me encanta y que seas de una vez un viejo intolerable que se queje del sol, el frío y de todo”.
Y voy a seguir riéndome. Porque ya no tengo más miedo. Porque ya no voy a llorar más a solas pensando que no me querés.
Porque ya no voy a creer que te has olvidado de mí y no me miras como mujer y no existo para vos.
Nunca más, mi querido rezongón, semillita nueva, compañero.
Entrá, gruñí, bufá, me río, soy feliz, te amo, me amas.
Y no me pongas cara seria ni te hagas el duro cuando, esta noche, después de cenar, cuando estemos acostado, te tome de la cabeza y la apoye contra mi pecho y te susurre al oído: “sos un nene”.
Pero eres mi amor. Sos el amor que me tenés y me tendrás porque encontré el papelito borroneado que, seguramente, hoy pasarás en limpio con letra prolija y que dice, exactamente:
“Estoy solo en un café, llueve y pienso en vos, mi amor, y de pronto me pregunto, lleno de miedo y de anticipada soledad: Dios mío ¿qué haría si me faltara? ¿Cómo vivir sin ella, mujer mía, pedazo de mi carne y pulso de mi corazón? Dios mío, no me la quites, no me la lleves nunca, no me la apartes de la vida que ella me dio, me enseñó, me regala todos los días”.
Estaba escrito en una servilleta de papel y sé que vas a pasarlo a un papel prolijo y lo guardarás para vos.
Pero ahora sé todo, mi amor. Sé también porque me trajiste esos jazmines y con aire de vaquero recio, las dejaste sobre mi mesita de luz y argumentaste: “Me las vendieron de prepo”.
Mentiroso, tonto con vergüenza de ser romántico.
Mentiroso adorado que hoy abrazaré como a un chico y besaré como a un chico.
Nunca más lloraré, nunca más pensaré que has dejado de quererme. Y seguí rezongando, seguí siendo el recio de una película antigua. Seguí, sin embargo (aunque no te des cuenta, también lo sé), mirándome por las mañanas, despertarme, con una ternura que te sube desde la uña del dedo meñique hasta el remolino que corona tu frente…
Ahora sé, mi amor…
(Ene 1977)
|