¿Cómo no dedicarte algunas líneas, amigo?
Crecí junto a tus canciones, me emocioné con tus poemas y melodías, te respeté.
Podrán discutir tu timbre de voz, tu poco alcance vocal, tu voz cascada, no tus dichos.
Podrán decir que sos uno de esos comunachos que andan por el mundo, desparramando ideas poco concebibles, poco creíbles, muy imaginativas, muy utópicas, pero que de ‘comu’ no tenés nada ya que tenés bien forrado los bolsillos de billetes, vivís en un país capitalista, etc etc.
También (¿como no?) escuché decir que sos y fuiste un entrometido en las cosas que atañen a otros países y te metiste con cosas tan de uno como… ¡¡su gente!!
Pero como formo parte de aquellos que te respetamos, no pensamos lo mismo. No somos tan simplistas ni tan descartables.
Supe leer tus canciones, entender tus melodías, leer tus gestos, encenderme con tus palabras.
¿Es necesario aclarar que no fue necesario imaginarme la manchega llanura porque la describiste perfecta junto a las desventuras del Quijote?
Ni hablar de los pibes que llamaste cariñosamente bajitos y los trataste de locos. Si parece que hubiera sido inspirada en una familia cualquiera de cualquier ciudad latinoamericana.
Me acuerdo cuando nos describiste las pequeñas cosas o cuando no supiste como escribir ese poema y terminaste cantando ‘…no hago otra cosa que pensar en ti…’
Y el poema ‘Dondequiera que estés’ todavía me retumba con melancolía adolescente.
Y definiste a nuestro barrio tan bien como si hubieras vivido en él de chiquito. Que la aristocracia del barrio se viva tanto en tu canción como en la esquina de casa, me sorprendió.
¿Qué decir de la libertad que no lo hayas expresado si aún tengo la vida?
¿Y el soneto de mamá y el olor a tomillo? Si parece que estuviera viendo a mi vieja cocinando y cantando.
¿Y como se debe decir amigo? Si a tu gusto a mistela y a natilla se mezcló siempre con nuestros mates y picaditas.
No, basta. Por hoy basta.
Lo único que me interesa es volverte a ver, volver a encender mi equipo de música, escucharte cantar.
Como si fueras ese amigo que se fue y algún día volverá, así te espero.
Y no me digas que te mueres. No lo voy a creer. Nada de eso de ‘a rey muerto, rey puesto’.
Aunque la muerte pise tu huerto, nunca caerá la última hoja en tu calendario.
Nosotros, tus amigos, haremos pan de tu trigo. Nunca pondremos fin a tu diario.
Obviamente, seremos tus buenos amigos que, algún día, moriremos contigo, aunque sea un tanto así.
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