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De aquel viaje,
me quedó prendida tu sonrisa
como una flor que cuelga del ojal.
Me quedaron los parques y el frío,
tu olor intenso
durmiendo en mi camisa,
tu ropa extendida por el suelo,
tu espalda cubierta por la mía,
y un poco del sentido de tu humor.
Me quedaron los barcos
atravesando bahías,
el sonido del tráfico
deambulando mis oídos.
Me quedaron tus manos
recorriendo las mías,
y el beso jadeante de un amanecer.
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Texto agregado el 30-05-2005, y leído por 122
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