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“Solamente una vez..... ame la vida” se escuchaba chicharear a un viejo tocadiscos en los túneles del metro, el cual era finamente manejado por “la loca” como le llamaban, una vieja anciana que de tan decrepita había aprendido a ganarse la leche así... aprendió todo sobre ellos, incluso había echo mapas, recreaciones de grafito que solo ella era capaz de comprender; incluso según los mas cercanos (dirijome así y no como amigos) ella habría diseñado el tocadiscos perfecto, ese que sabia que canción tocar y en que momento. Ella después de sus días en los metros de Santiago, por la noche trepaba a los árboles e imitando a esos gorilas que alguna vez vio en un documental desde las afueras de un café, hacia la cama doblando ramas y utilizando las hojas como colchón; hacia su cama con un arte tal que aunque quedara un poco dura le bastaba para conciliar el sueño. Pero esa noche fue distinta, su mente no quería apartarla del recuerdo feroz de su hermano mientras era asesinado frente a sus ojos. Recuerda también que esa tarde al esconderse detrás de aquella caja, sintió como a lo lejos se oían disparos y gente gritando hasta que lo ficticio se hizo real... la realidad le cayo encima; Su hermano corría por las calles húmedas mientras pensaba: si ese callejón... parece seguro .... me esconderé en esa pila de cajas y escombros a mi derecha. Detrás de el venían dos policías que buscaban al responsable del robo de 5 kilos de pan con la “excusa” según ellos, de írselo a dejar a los mas necesitados que en esos momentos morían de hambre. Luego de un rato trajeron a un pastor muy bien entrenado que olfateo el lugar y obviamente encontró a su hermano y por mas que este intento salvarse el perro lo mato a mordiscos por mientras los ojos de una inocente niña derramaban lagrimas secretas dentro de esa caja de cartón ubicada a la derecha de la escena del crimen.
Finalmente ella se bajo de aquel sauce, llevada por un instinto o quizás una voz y subió por las interminables escaleras que la llevarían a aquella azotea tan concurrida por fracasados , es que simplemente tenia la altura justa para después de dejar un testimonio se saltase y sus cuerpos reventasen con una armonía tal que no manchasen mucho la vereda. Y ella se encontró allí movida por un impulso tan fuerte como el de sobrevivir y decidió pararse en aquella esquina del edificio en donde se podía observar a parte de otras tres puntas mas, una torre que se elevaba por sobre todas las demás.
Exactamente hace una hora y cuarenta minutos atrás él había dejado de dar su charla de todos los días en el paseo huérfanos porque era de esos que se pasaba de soñar con ser presidente y se lanzaba con los discursos tan solitarios y ligeros que se iban con el viento. Después de esto había lanzadose él a escribir con lo que se acordaba de escribir, su primer y ultima retórica plasmada en una hoja papel, para luego irse lentamente menor apuro posible ha parase en el helipuerto en la esquina desde donde podía ver además de otras tres esquinas las luces del estadio que jamás piso a sus cortos 35 años.
Allí están – susurro, mientras como por arte de magia se dio cuenta que donde estaba era una sala de clases con el profesor hablándole de alguna de esas civilizaciones antiguas y esa niña sentada a su derecha que siempre lo miraba con cara de extraño psicópata.
Bueno el se había acostumbrado a eso, el inconsciente sadismo de sus compañeros..., mas bien el sabia muchas cosas, quizás era eso lo que le disgustaba, como alguien le venia a exigir que aprendiera algo mas que los 13 idiomas que el ya sabia y su preferido era el latín, como es que le daban la falsa justificación de “hay que aprender historia para no cometer los mismos errores”, de hecho el sabia muy bien que esa no era una frase lógica carecía de base, por esta misma lógica inútil quizás era que casi cíclicamente la humanidad cometía errores tan grandes como las guerras.
Había acabado de concluir esto cuando tocaron la campana de salida y el con una fina delicadeza metió su mano al bolsillo y hallo en el dinero que dentro de las horas que le quedaban ocuparía muy bien, primero una micro a providencia y luego un gran almuerzo, y el resto en esos zapatos de sus sueños que serian los mismos que ese día ocuparía para saltar desde la esquina de un edificio en donde podía divisar, además de otras tres esquinas, su infierno: el colegio.
Y fue allí después de haber escrito estas tres historias, cuando subí a la azotea del viejo edificio donde vivía y desde mi propia esquina podía ver además de una anciana, un hombre frustrado y un estudiante, la calle en donde caeríamos como lluvia desde el cielo.

Texto agregado el 30-05-2005, y leído por 115 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-05-2005 Es una historia hermosa. Me gusta tu estilo. 2**.Saludos blasleon
 
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