Párpados que se abren al horizonte negro con una plenitud desbordante en los miembros deseosos de quemar esa sobrecarga de energía, telúrico afán que busca la extensión soleada, para transformarse en pasos ansiosos, boca y nariz sedientas de ese elemento azulado que inyecta la vida a raudales. Deseo, vigor eléctrico que se ramifica en espasmos orgiásticos, gozo indescriptible, vida, vida. La felicidad sin motivo, acaso la auténtica, despliega cortinajes para desenfundar los dientes, risa extática, plenitud.
Ha sido un segundo solamente, un infinitesimal resplandor, lo que demora el rayo en herir la oscuridad. Es, en todo caso, un gesto reflejo, un tétrico espejismo para un reciente cadáver que aún transita por la vereda difusa del no ser…
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