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ESTETICA

La mujer se observó en el espejo y sonrió. Pronto partiría su avión.
De ningún modo nadie diría la edad que tenía y ella... por mentir tantas veces, tampoco la recordaba ya... Diez años menos? Mas? Quince? Acercó la cara al espejo y se peinó una ceja. Allí pudo sentir, levemente, la cicatriz de su primera “estética”. Fue cuando conoció a Zito - el músico - joven, vigoroso, pasional.
Se conocieron en una disquería mientras ella buscaba una casette de música para meditar y él su última creación Así descubrieron que podían hablar de las mismas cosas con la misma profundidad y las mismas ansias; fueron a tomar un café, el café, se prolongó en una cena, la cena amaneció en un desayuno y éste en un almuerzo. A partir de allí durante un tiempo, compartieron todo cuanto puede compartirse cuando se ven fuegos artificiales al ser besada y se anda por la vida con una beatífica sonrisa en el rostro.
Ella aprendió todo cuanto puede aprenderse acerca de la música de esos años y lo acompañó a todos sus recitales hasta que se cansó de los codazos de sus admiradoras y de que sus fans enviaran a través suyo “cariños a su hijo” . No fue fácil la recuperación de la pérdida pero como se veía bien...
Volvió a la imagen del espejo para acomodar la remera ajustada y recordó entonces que se había retocado “las lolas” cuando conoció a Tomás.
Tomás era ejecutivo de cuentas de una importante empresa multinacional y fue un “flechazo” total. Se encontraron en la presentación del libro de poemas de Graciela. y ambos, se sintieron atraídos. El comentó, como al pasar, ser un admirador de las proporciones y ella descubrió que a su cuerpo le estaban sobrando diez centímetros para tener el preciado 90-60-90. Una vez más entonces, contactó al cirujano y allí fue...y de allí volvió ostentando dolorosa pero triunfalmente las medidas deseadas
Tomás apreció el sacrificio. Hicieron juntos un crucero por el Mediterráneo. Compartieron los más hermosos amaneceres en la cubierta , las caminatas mas insólitas por las Islas, se regodearon en silencio con paisajes increíbles y charlaron hasta el cansancio sobre el arte a través de los siglos. No había en esa relación la pasión de la anterior, pero la serenidad llegaba hasta ella con la paz con que las olas llegan a la playa y lo sentía bien.
De todos modos, tanta serenidad atentó contra la relación y, después de una adulta, madura, extensa charla, decidieron separarse como habían vivido, con madurez y tranquilidad y deseándose lo mejor.
Dio dos golpecitos a su remera, y colocó las manos sobre sus caderas, se miró de perfil y el espejo, al devolverselo chato, le recordó su tercera “estética”, la de la panza. Esa sí había sido dolorosa. Con un post operatorio terrible, interminable. Nadie podría adjudicársela, ella misma sintió que su figura merecía ese recorte y una vez más, acudió a “su” cirujano para que hiciera otro “milagro”.
Tenía mas de cuarenta años y la figura y el rostro de una mujer de ¡ no mas de treinta!
Mientras daba una pequeña vuelta frente al espejo recordó que se operó las piernas porque – pensó- eran lo único que realmente desentonaba con su nueva imagen.
Por ese entonces había conocido en un cine club a Horacio, abogado, recientemente divorciado. Horacio amaba las excursiones y la vida al aire libre y ella juzgó conveniente no mostrar “esas” piernas así como así.
Una vez más, su cirujano demostró ser un mago.
Cuando le quitaron los vendajes y pudo, por fin ponerse de pie casi sin ayuda y casi sin dolor... pensó que una vez que se recuperara definitivamente, habría valido la pena.
Vivió con Horacio un romance de novela. Vagaron durante meses por la selva, durmieron en carpas que armaban y desarmaban a voluntad, amándose bajo la luna y la mirada vigilante de los buhos, las picaduras de los mosquitos, pasando alternativamente del calor húmedo al frío intenso y seco. Nada le importaba porque, cronista de una revista femenina de gran tiraje, compatibilizaba el placer con el envío de material que miles de mujeres devoraban cada semana.
Cuando regresaron cada uno a su casa, no supieron darle forma cotidiana a un romance que había comenzado aventurero, lo intentaron , pero con con nostalgia y pena, continuaron con sus vidas por separado.
Ahora estaba aquí, próxima a tomar el vuelo a Mozambique a conocer a Mbwa quien la la invitó a conocer su país, a pasar allí unas cortas vacaciones y “ver”, solo eso.
Ella aceptó pero antes... pasó una vez más por las manos de su “hacedor de imagen” para unos toquecitos aquí y allá simplemente, mentón y labios.
Volvió a acercarse al espejo. Le pareció ver algo cerca del lóbulo de la oreja y se rascó y algo se desprendió de allí y al tomarlo entre las uñas notó que era hilo.
Le pegó un pequeño tirón.
La señora que hace la limpieza en los baños del aeropuerto, recogió los piolines desparramados por el piso, los arrojó al cubo de los desperdicios y cuando constató que no había nadie, tomó la cartera abandonada y salió.




Texto agregado el 30-05-2005, y leído por 977 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-05-2005 Muy lindo, de principio a fin. Felicitaciones. Mis ***** estrellas para ti. chilicote
 
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