Ok, comenzaremos a escribir nuevamente, pero, ¿qué podríamos decir?
Ayer vi, a la salida del metro, a una anciana con el cabello azul, creo que los tiempos han cambiado, o la máquina ha trasformado los colores invertidos en la armonía.
Te imagino al frente, con esos ojos que siempre me expresaban la melancolía, lucías pálido, no me hablabas, creía que te quedabas dormido mientras mecía la cama.
Cerrabas los ojos, con la tranquilidad que me daba la imagen, pensaba que tal vez podría seguir respirando si no estuviera tan atada, pero las luces del fondo de la habitación, me impedían seguir soñando.
Sentí que algo raspaba la orilla de las patas de la silla, mis pies tenían esos calcetines que habían sido hechos por la abuela, creo que surgió un escalofrío por mi cuerpo, mientras titila el Chat que había dejado inquieto. Dice que iniciaste sesión, ¿te hablo?, me pregunto, justo cuando tu imagen desaparece y despiertas.
Me diriges la mirada en el nuevo sueño, pero creo que no alcanzo a voltear la cabeza, siempre me he preguntado donde dejo la mirada perdida. Creo que te beso, los nervios me empapan y no se como despegar la retahíla de la pérdida.
Llegué a la estación Bellas Artes, la gente allí se aglutinaba alrededor de la exposición de un pintor francés, no recuerdo el nombre, nunca he sido buena para ellos...
Avancé un poco, porque tampoco el gentío me dejaba ver el camino hacia casa, me encontré con uno de esos amigos a los que uno ve cada 6 años. Había crecido bastante, me contó que formaba parte de una corporativa, yo, en mi ignorancia, creía que era desprestigioso preguntarle que era, pero claramente ni el sabía de lo que hablaba.
Volví a descubrir que caminabas a mi lado, me embriagaste de frialdad, los ojos que se convertían en niebla, amenazaban nuevamente con desaparecer. Me cansé de imaginarte, iré a buscarte, preparar la huida al fin, y decirte que el que no arriesga no gana.
|